Capítulo 24 |+18|

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Capítulo 24:

El fuego en el que ardo

No sabría decir cómo lo hice, pero solo sé que puse la taza de café sobre la pequeña mesa que había de frente y volví mi boca a la suya sin importarme nada más que fuera sentirlo.

¿Mandé por la ventana al sentido común? Estemos claros que sí.

Los labios de Gabriel se movían sobre los míos y yo no pude hacer más nada que entregarme. Obvié todas las cosas por la que esto estaba mal, como que era mi profesor, que yo seguiría viéndolo mañana. Yo solo dejé de lado las advertencias, el raciocinio lanzó una bandera blanca por rendición. Lo seguí en un beso que sabía que sería el inicio o final de algo.

Sentí el sabor amargo del café en su beso. Y como la punta de su lengua tocó mi labio y yo abrí más para darle paso, sus manos se colocaron en mi cintura y percibí que todo el mundo yo conocía cedía, por lo que tuve que poner la mías en su pecho. Tal vez para alejarlo o quizás para acercarlo más a mí. Yo a este nivel no sabía ni lo que hacía. Solo que deseaba seguir ahondando más en su boca. En lo que me estaba haciendo sentir.

Noté cómo apretó su agarre y me hizo sentarme ahorcajadas sobre su ingle y comprobé como latía en medio de mí. Me friccioné contra su cuerpo y ambos gemimos ante la sensación tan electrificante que nos recorrió. Sabíamos que esto había traspasado cada límite, pero no importaba. Solo el sentirnos. Era el único fin de todo esto.

Ambos nos alejamos cuando nuestros pulmones pelearon por oxígeno. Una pregunta silenciosa estaba en sus gestos. Sus ojos marrones por completo dilatados, solo un pequeño aro de ese marrón tan hermoso que tenía. Yo solo quería que tomara la decisión por mí, que no la dejara en mis manos porque era difícil, solo que si me rechazaba, creo que no podría seguir con vida, me moriría.

Por lo que di un suave asentimiento diciéndome que no podía ser la pasiva, pero fue toda la señal que necesitó porque me quitó mi camisa de trabajo y la tiró a un lado de nosotros.

De forma inmediata llevé mis manos hasta mi cuerpo queriendo taparlo porque no estaba acostumbrada a esto. No era tan experimentada con otros chicos y yo sabía lo que tenía bajo mi ropa, pero este era un hombre el cual era todo lo que una persona podría desear. Sin embargo en vez de quitar la mirada al verme, lo que hizo fue bajarlas y me observó con atención, como si fuera un animal lleno de deseo y eso hizo sentirme bonita.

Nunca nadie me había hecho sentir así.

Yo llevaba un sencillo sujetador de algodón blanco y pensé en ese instante que hubiese sido lindo haber traído algo de lencería bonita para la ocasión. Pero no me vestía así para trabajar porque era incómodo. Una suerte sería que siquiera combinase con las bragas, pero es que yo nunca imaginé que algo como esto podía pasar. No había estado preparada para ello, pero quería.

Tenía en mi costado derecho la cánula y adherida a mi pantalón se encontraba la bomba de insulina y eso era algo que bajaba la excitación en segundos. No muchos soportaban ver eso en mí. Decían que quitaba lo erótico del momento.

Pero me miró como si fuera la cosa más sensual sobre la tierra y ya llegada a este punto supe que no podía detenerme ni aunque lo intentara. Lo deseaba y quería todo lo que podía darme en esta noche robada. Ya mañana afrontaría las consecuencias de mis actos.

—Bonita —susurró antes de quitar sus anteojos para volverme a besar.

Y eso fue lo más erótico que mis ojos habían visto en toda mi vida.

Yo me aguanté más fuerte a su cuerpo a y llevé mis manos a su cuello. Su boca arrasaba con la mía en un beso que erosionaba todo dentro de mi ser. Era una mezcla de lengua, dientes y mucha lujuria. Su cabello lo solté de la coleta y cayó como una cortina marrón por toda su espalda, siendo la primera vez que lo sentía de esa forma. Era libre para mí.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora