Capítulo 29

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Capítulo 29:

Algunas personas son como las liendres, aplastas una y salen diez más.

Pasé a la habitación de mi paciente y me encontré con una linda imagen que me enterneció el corazón. Emma se encontraba con su novia abrazada Y dormidas en la cama. La revista comenzaría en unos minutos y yo tenía que estar presente, pero antes quería evaluar que estuviera bien.

—¿Cómo estás, Emma? —pregunté al ver que despertaba mientras revisaba sus signos.

—Muchísimo mejor, hace tanto que no sentía tan bien. —una sonrisa surcó sus labios—. Gracias, doctora. Por creer que no estaba loca y dar con el diagnóstico.

Un calor se sintió desde dentro. Un orgullo se hizo dueño de mi. —Es mi trabajo, me contenta haberte ayudado.

Sabiendo que estaba mejor, salí de la habitación luego de decirle que cualquier cosa que necesitara me llamara. Estando afuera me encontré con mi mejor amigo. Estaba revisando algunas cosas en una tableta, pero noté que se encontraba desganado, su luz se veía un poco apagada y sus hombros estaban caídos. Ahora que lo veía sabía que nada había cambiado. Él se sentía todavía achicopalado por lo de Alex.

Así que caminé hasta donde estaba y lo abracé por su espalda. —¿Cómo estás?

Puso sus manos en las mías. —Bien, aún no le hablo.

Si había alguien orgulloso después de mí, era Elijah. Así el me quisiera dar cátedras del perdón y cosas así, el hombrecito era un hueso duro de roer a la hora de dar su brazo a torcer. Aunque sabía por qué lo hacía, tenía miedo de sufrir. Lo que era completamente entendible.

—Elijah, él no tiene la culpa. Es una oportunidad que le dieron, ni siquiera ha dicho que sí.

—Pero, es que es difícil. ¿Qué pasa si estando en Londres, la capital de los chicos calientes y con sexi acento, consigue un hombre más lindo que yo? No lo soportaría.

El miedo a una relación a distancia era palpable y lo sentía por ellos. Yo creo que estaría igual de cagada. Pero sabía que Alex no era así, daría la vida por nuestro chico.

—Igual de mal se ha de sentir él. Tienen que conversar, no pueden tomar una decisión loca. Nada que los lastime a ambos. En el dialogo está la solución.

—Odio cuando eres madura.

—Así lo eres tú, siempre —bufó, pero al menos vi una sonrisa pequeña en él, era un avance.

—Tenemos que sentarnos a hablar, pero infectología no me suelta. —yo todavía no había rotado por allí y sabía que sería un evento, aún me encontraba rotando por Endocrino—. Me contaron lo de ayer, descubriste un Wilson tu sola. Me quito el nombre si no eres la mejor residente de este hospital.

—Qué va, ese eres tú.

—Quisiera, no puedo más que admirarte. No te llego a los talones. Un Chagas y un Wilson, eres tú en la galaxia, lejos de los simples mortales como yo.

Justo al decir eso, un nudo en mi estomago se hizo presente. Yo sentía que no merecía dicha admiración de su parte, sobre todo con lo que pasó. No podía dejar de pensar en lo que sucedió en ese consultorio, mi memoria pareció guardar todo porque no podía dejar de pensar en esa noche, estaba grabada a Fuego en mi cabeza y hacía que la culpabilidad se cerniera sobre mí.

Debía alejarme antes de que sospechara. —Tengo que prepararme para la revista, siento que hoy rodará mi cabeza.

—¿Por qué?

—Porque puede que la muñeca diabólica jurara que mi cabeza rodaría. Estoy segura que está esperando escupir sobre mi tumba.

—¿Cómo? —parecía perdido, igual estaba yo así.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora