Capítulo 21

7.5K 589 127
                                    

Capítulo 21:

Pérdida

La vida era a veces un jodido coñazo, uno tan cruel, que no sabes ni lo que te golpeó. Solo te enteras cuando ya te dio un puñetazo, pero no viste cómo lo hizo. Algo que marca un antes y un después en tu existencia. Que te hace caer en la realidad de la peor y más cruel manera.

Yo no lo imaginé hasta que ocurrió.

Esa mañana me desperté como cualquier día e hice toda mi rutina para poder pasar el día en el hospital. Me duché, coloqué mi vial de insulina y peiné mi cabello en una trenza roja que brilló en mi espalda. Todo estaba cronometrado y el día parecía ser normal como cualquier otro salvo la nieve que estaba en mi puerta.

Llegué al hospital y ahí comencé a revisar a los pacientes que pude. Atendí a los nuevos ingresos que pude e hice algunas ecografías para algunas personas.

Y me llamaron de emergencia que estaba llegando un paciente que necesitaba a interna.

Era sábado, hoy no había muchos especialistas y algunos residentes no pudieron venir ya que ayer hubo una nevada muy fuerte, lo que nos dejaba con montón de trabajo y pocas manos. Era increíble que no temieran a faltar un día, yo venía siempre por el miedo de que me rebajarán puntos y los necesitaba siempre.

Llegué a urgencias y al mismo tiempo dos paramédicos ingresaban con un paciente en una camilla. El mismo estaba inconsciente cuando escuché que tenía un Glasgow bajo me alerté.

—Paciente masculino de 20 años, fue llamado por su novio por sincope. Glasgow de 9 puntos. Antecedentes de diabetes mellitus tipo 1 diagnosticado a los 8 años. Glucosa en 830. 

Mierda.

Mierda, mierda y más mierda. Esto era horrible.

Lo pasaron a la camilla y yo de inmediato revisé sus signos. Intenté no pensar en más nada. Como que este chico tenía algo que yo padecía. Que su azúcar estaba por las nubes, que estaba en un coma diabético.

Su respiración me lo decía, esta era acelerada y de repente tenía una pausa larga. Yo quería ayudarlo, pero sonaba tan difícil. Jamás me había sentido como que no sabía qué hacer, porque estaba viendo delante de mí lo que era mi enfermedad.

Estaba taquicárdico e hipotenso. Yo tenía que actuar rápido. Pensar con la cabeza fría y no dejarme ganar por lo que era el sentimentalismo.

— Colócale 3 litros de 0,9 en 2 horas. Y toma muestras para hematología completa, electrolitos, gasometría arterial —fui dictando cada uno de los exámenes—. Llamen al endocrino de emergencia.

—Solo está una doctora y está revisando un caso de Wilson.

—¿Y uno de tercer año?

—No vinieron, la nevada bloqueó los caminos. —mis manos comenzaron a temblar y me dije que debía calmarme. Nunca me había dado tanto miedo atender a algún paciente. Yo por lo general era más fuerte.

—¿El doctor Stone? —inquirí.

—No tiene turno hoy.

Me tocaba echar el resto.

Asentí. —Bueno, necesito toda la ayuda por aquí. No me dejes sola.

Si mi mejor amigo hubiese estado aquí, estaría más calmada. Pero él se quedó por los mismos motivos, su tutor le permitió ello. Yo no le pedí ni siquiera el permiso a Stone, no es porque no fuera a dármelo. Es que no quería tentar a la suerte.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora