Capítulo 52

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Capítulo 52| Como un ataque al corazón

Dos semanas habían pasado desde yo dejé la casa de Gabriel. Él intentó atajarme para no dejarme ir como estaba de enojada, pero fue imposible. Yo estaba incontrolable y me fui despotricando contra él y todos los hombres del planeta.

Ese día legué a casa de Elijah para saber si estaba bien y me dijo que sí. Él tampoco se acordaba de esa noche, pero la cosa era que Gabriel nos encontró en nuestro momento de peor vergüenza.

Trabajar juntos ha sido complejo, ya que tengo que hablar con él y mostrarme como si nada hubiera pasado ante la gente. Los casos se daban y teníamos una mecánica similar a la que existió cuando empecé la residencia. Él ordenaba y yo hacía. Fin de la conversación.

No es como si él me estuviera tratando mal, siempre me buscaba intentando hablar, pero yo me escabullía impidiendo eso, no quería excusas ni nada por el estilo. Hasta que él no se diera cuenta de sus errores, nada volvería a ser igual.

Bueno, si se podía luego de lo que habíamos vivido.

Aunque, bueno, él no me hizo promesas en un principio. Lo único que me dijo fue que tendríamos una especie de relación llena de sexo sin sentimientos hasta que uno de los dos se cansara. Tal vez él ya lo hizo. Pero por mi lado eso no había ocurrido. Lo deseaba tanto como cuando me di cuenta de que me atraía.

La muñeca malvada de Annabelle intentaba buscarlo, pero Gabriel siempre se escabullía de su embrujo. La mujercita era insistente, tenía que concedérselo, no entendía que él no quería nada, pero ella siguió en su emboscada.

Eso no me preocupaba realmente. Era otra.

Aún no sabía quién era la mujer de la foto, solo tenía la certeza de que me caía mal y no la conocía. Vuelvo y repito, no debería, pero mi ansiedad no permitía que ella fuera santa de mi devoción.

Iba en el auto con Elijah que decidió pasarme a buscar, él ha sido mi apoyo estas semanas. Siempre me quedaba en su casa o él venía a la mía. Los dos solos porque él tenía a Álex lejos y yo porque mi intento de relación sexual terminó en tragedia. No duró siquiera una semana. Y eso era triste.

Veníamos hablando de un caso, cuando él tuvo que frenar de repente. Me asusté de inmediato y miré al frente. Había ocurrido un accidente al auto que estaba por delante de nosotros.

—Mierda —dijimos ambos al unísono.

Una camioneta se chocó con un poste de luz. Él estacionó el auto y quitamos nuestros cinturones para ver en qué podíamos ayudar. Tomé mi mochila y salí corriendo.

—Llamen al novecientos once —dije a un transeúnte que pasaba por allí.

Llegamos a la camioneta y noté que había un niño y un señor mayor allí. —Salven a mi abuelito.

—Elijah, encárgate del chico.

—Está bien, Very. Llevas el mando.

Miré al señor, no tenía signos alarmantes más que él de una herida en la cabeza por el golpe. Estaba pálido y desmayado.

—Señor, ¿Puede oírme? —no hubo respuesta—. ¿Cómo se llama tu abuelo?

—Antonio —contestó llorando.

—Señor Antonio, ¿puede contestarme?

—Very, el niño dice que se agarró el pecho antes de chocar.

Eso tenía toda la pinta de un infarto.

Miré su cuello y noté que la vena yugular de su lado derecho estaba distendida. Saqué mi estetoscopio de la mochila y enseguida comencé a auscultarlo, era una posición complicada porque yo no podía sacarlo del auto y me impedía maniobrar, así que tenía que esperar hasta que llegaran los paramédicos, un mal movimiento y podría crearle una lesión irreparable.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora