Capítulo 58

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Capítulo 58:

En contra dela marea

Me desperté desorientada y miré a mi alrededor tratando de ubicarme. Gabriel estaba parado al lado de la camilla de la emergencia y me veía preocupado, del contrario se encontraba Elijah que estaba de una coloración cetrina igual de asustado por mí.

De nuevo mi enfermedad hacía valer que yo no era normal.

Había deseado que todo fuera una pesadilla, un mal sueño de como todos los que tuve con anterioridad, sin embargo, al ver sus caras sabía que era una realidad que mis mayores temores se habían cumplido. La gente ya sabía que yo tenía una relación con Gabriel.

Ya no había vuelta atrás.

—No te levantes, tu azúcar está baja —me dijo Eli.

—Al menos —dije bromeando de la forma más estúpida, pero una tenía sus formas de sobrellevar las cosas.

Solo que nadie rio.

Elijah quiso decirme algo, pero Gabriel se adelantó interrumpiéndolo. —Debo hablar con Avery.

—Realmente —ambos se miraron, había una lucha de voluntades tácitas. Podía ser que Elijah nada más fuese un residente, pero amaba tanto que era capaz de enfrentarse a su jefe. Yo no sabía que había hecho para merecer a tal mejor amigo—. No me importa que usted sea mi adjunto, si la lástima se lo haré pagar.

—No planeo hacerlo —respondió Gabriel igual de tajante.

No quería ponerlos en este aprieto, pero sabía que lo que dijera no haría cambiarlos de parecer. Así que esperé.

—Estaré afuera, cualquier cosa me llamas. —Elijah me dio un beso en la frente antes de salir de la habitación.

Tanto Gabriel como yo nos miramos ansiosos, preocupados por todo. Las cosas cambiaron para ambos.

—Dieron la orden de que cuando despertaras tenías que presentarte en dirección. Pero solo lo harás si te sientes bien.

Nunca volvería a sentirme bien. Todo esto era la certeza de que mi vida estaba yéndose a la mierda.

—Todo mi futuro se acabó, ¿No es así? —pregunté en un susurro.

—No Avery, me encargaré de que no. Tú serás una excelente internista.

Necesitaba esa confianza que él poseía, pero realmente ahora no podía confiar. Había jurado que me protegería y aquí estaba yo, perdiendo mi futuro.

—No te preocupes. Yo lo resolveré —continuó.

Pero nadie podía darme esa seguridad. Ya estaba confirmado por él y mi desmayo todo se acabó para mí.

Mis sueños, mis noches sin dormir, todo lo que habían lidiado ha quedado en nada. Todo porque yo tuve caer en manos de este hombre al que amaba más de lo que había planeado.

Me extendió un sándwich, aún esto se preocupaba porque no me bajara la azúcar. —No tengo hambre.

No podía comer en lo absoluto. Tenía mi estomago cerrado.

—Debes hacerlo, no puedes enfermar.

Sentí que mis ojos se llenaron de lágrimas y él se sentó en la cama, justo a mí. Me tomó de las manos y sentí algo de calma con su toque. Casi como si pudiera vencer esta situación que teníamos ahora, pero sabía que solo era un momento de paz efímero. Que apenas saliera de esta habitación tendría que enfrentarme a todo el desastre que ahora tenía.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora