Capítulo 41

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Capítulo 41| Vestido blanco

Dormir no fue posible.

Hice lo que pude, de verdad lo intenté, pero eso no pasó. El sueño no llegó a mí, o sí lo hizo, la melatonina estaba, pero la maldita no fue suficiente para hacerme caer como una muerta sobre la cama. Los nervios me tenían hecha un manojo de inseguridad y añade el hecho de la conversación tenida con Gabriel antes de irme del restaurante.

"Y eso es lo único que me impide no escabullirme en tu cuarto y hacerte retorcerte de placer como deseo"

Había reproducido esa frase una y otra vez en mi cabeza que me extrañaba que no se me haya rayado como un CD. Tomó todo gramo de autocontrol que poseía no ponerme mis zapatos y salir corriendo rumbo a su habitación.

No sabía si odiarme o felicitarme.

Por lo menos no me sabía dónde estaba su cuarto. El no tener esa información ayudó mucho a que me quedara tranquilita en mi lugar sin inventar locuras. Aunque no evitó plantearme la idea de sobornar a la recepcionista para que me lo dijera.

Pero habíamos hablado de ello.

Nosotros teníamos que alejarnos, no importaba nada de lo que yo quisiera. No importa que desee besarlo con todo mi ser, ni que quería me tome como apetezca, ni mucho menos que me haga sentir de la forma en que él lo hace. Yo tenía que pensar en nosotros. En cómo no podíamos cometer esa estupidez dos veces.

Y quería, por Dios que lo deseaba con todo mi corazón. Pero solo sería echar piedras sobre mi tejado. Nos cagaríamos la vida.

Dormí unas tres horas antes de que la alarma de mi teléfono interrumpiera mi pobre descanso. Me levanté de la cama a duras penas y me metí a la ducha para intentar hacer de mí una persona normal. Lo más increíble de todo es que estaba temblando. Y no por el frío.

Estaba cagada.

Me lavé el cabello y lo sequé con el secador. Mientras comí unas galletas saladas para controlar mi azúcar. Pero era complicado porque sentía que no me pasaban. Tenía un nudo en la garganta demasiado horrible para ignorarlo.

¿Qué estaba pensando Gabriel cuando me dijo que hiciera eso?

Estaba aterrada y de los nervios comencé a llorar.

Sí, así de grande era mi pánico escénico.

Me intenté calmar y decirme que era fuerte para hacerlo, pero me encontraba a un nivel de nerviosismo. Había al menos doscientos asistentes. ¿Y sí todo salía mal? Eso era olvidarme que algún día me inviten a algo así de nuevo.

Ahorita me sentía insegura, pero esperaba que un futuro cuando ya fuera especialista ser invitada en serio. Solo debía verme con un psicólogo para ver cómo demonios controlar esta ansiedad.

Mi teléfono comenzó a sonar y me di cuenta de que era una video llamada de Elijah.

—Hola, hermana —dijo apenas contesté.

—Hola Bro.

Mi mirada se enfocó en un punto que estaba cercano a él. No podía ser posible. A su lado estaba una persona que nunca imaginé.

—Papi —mi padre estaba a su lado, no entendía nada—. ¿Qué haces con Elijah?

—Desde que me dijiste que serías expositora en el congreso, me vine para Toronto. Tengo que ver a mi bebé triunfar.

—Pero podías verlo desde YouTube. —ya estaba llorando de nuevo, mi padre era el mejor del mundo—. No tenías que viajar solo por eso.

—Lo quiero ver con mi otro hijo. Estoy orgulloso de ti, Very. Eres una buena médica.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora