Capítulo 56

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Capítulo 56: Regalo de cumpleaños 

Había pasado todo el día tratando de asimilar mi trágico descubrimiento. Intentando sobrellevar que yo me había enamorado del hombre que me enseñaba a ser una buena médico, del mismo que me dijo que no sintiera nada por él y del cual no sabía muchas cosas. Es que yo debía ser tonta.

Una estúpida de tamañas proporciones.

Me senté frente a la chimenea, en mis manos una taza de chocolate caliente aferrada. Veía las ascuas del fuego y traté de entrar en calor. Aunque era difícil, porque me había quedado fría cuando me di cuenta de mis sentimientos.

Caos se posó a mis pies y yo acaricié su cabeza. Me miraba de una forma en que parecía saber lo que pasaba dentro de mí. Y tal vez me había terminado de volver loca, pero le asentí como si él me entendiera.

—Amo a tu papá humano —le dije besando entre sus ojos preciosos.

Me dio un ladrido y si, supe que él lo sabía.

Me enamoré de cada cosa de Gabriel, desde la más nimia, hasta la más oscura. De cómo era inteligente y entregado, de la manera en que se preocupaba por mí y me hacía sentir la mujer más hermosa del mundo. De cómo me cuidaba de todos incluyendo de mi misma.

Y sabía que eso también podía ser un reflejo de lo que él era como médico. De que su amor por la gente iba más allá de lo romántico, sino que él sentía que tenía un deber moral con la humanidad de cuidar a todos.

Es que yo fui tonta a enamorarme. Me lo advirtió y aquí estaba yo suspirando por sus huesitos.

Justo ahora tenía que darme cuenta de ello, no unas semanas más en donde ya él dejaría de ser mi tutor y yo sería una alumna de segundo año. Donde no me preocuparía más por esta situación.

Es que cuando yo decidía cometer un error, lo hacia a lo grande.

Lo sentí al sentarse frente de mí. Me sobresaltó. 

—¿Estás bien? 

Asentí sin poder hablar.

—Te he notado todo el día callada —sí, yo por lo general hablaba hasta por los codos, pero esto me dejó incapacitada para cualquier cosa.

—Todo está bien, solo me pongo nostálgica por mis cumpleaños.

Eso tenía algo de verdad, yo siempre lloraba el día de mi cumpleaños, me daba cuenta de que a pesar de todo yo había logrado sobrevivir año tras año. Que mi diabetes no me venció como tantas veces intentó. 

Sin embargo el motivo de mi tristeza de hoy no era eso. Era mi enamoramiento de este hombre prohibido. Era darme cuenta que lo amaba de tal manera en que no podía respirar. Y eso me aterraba porque nunca había querido a un hombre de esta forma. Estaba aterrada.

—¿Qué puedo hacer por ti?

Amarme, quise decir, pero callé.

—Ven conmigo 

Lo tomé de la mano y dejamos a caos en la salita. Entramos a lo que sería nuestra habitación por este fin de semana. Y lo empujé sobre la cama. 

—¿Vida?

Mi respuesta fue subirme sobre él. 

Besé sus labios y aunque era lo que mas hacíamos, nunca me cansaba de su sabor. Era adictivo, tanto que siempre quería tenerlo tocando cada rincón de mi piel con su boca.

—Quiero de regalo de cumpleaños que te sometas a mí. Quiero mandar sobre ti 

—Vids, por si no lo sabes, siempre estoy bajo tu poder.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora