Capítulo 44

6.8K 595 213
                                    

Capítulo 44| Malas enseñanzas

Gabriel seguía todavía dentro de mí, su boca estaba en mi cuello dejando pequeños besos, mientras que nuestras respiraciones estaban aceleradas aún por nuestro clímax. Mi cuerpo se sentía aletargado, pesado de la mejor manera.

Comenzó a recuperarse, porque lo sentí ahí donde ambos estábamos unidos. Luego alzó su cara, su cabello estaba húmedo por el sudor, sus ojos marrones me miraban con intensidad y bajó su boca a la mía, me besó de una manera suave comparado a la forma en que nos devoramos apenas entramos a mi habitación. Era delicado, pero no por ello menos intenso. Mi corazón estaba batiendo fuerte en mi pecho con cada movimiento que prodigaba.

—¿Estás bien? —preguntó luego de separar nuestros labios.

Yo ni sabía ni cómo contestar esa pregunta. Porque sí, estaba bien, me sentía eufórica, extasiada y de nuevo excitada, pero no podía evitar que mi loca cabeza que a veces le daba por ser responsable quisiera entrar en acción.

Bueno, es hora de que vaya a dormir mi conciencia. Al menos por esta noche. Esta noche la robé al tiempo y era lo único que me importaba.

—Estoy bien, solo con un poco de sueño y ganas de hacer pipí —su risa reverberó en mi pecho y la sentí en cada rincón de mi cuerpo, sobre todo en el sitio que aún estábamos unidos.

Se sintió divino, debo decir.

Se alejó con cuidado y poco a poco la lujuriosa de mi vagina quiso retenerlo como la ninfómana que era con respecto a este hombre. Gabriel se sentó a mi lado y mi atención estaba en su miembro al ver como quitaba el preservativo. Solo esa imagen bastó para que me excitara de nuevo. ¿Qué me habían dado? Parecía una hambrienta con respecto a este hombre.

—Ve al baño, vida —y dejó un beso sobre mi frente.

Nunca entendí la razón de ese apodo para mí. No sabía si era algo que les decía a todas las mujeres con las que se acostaba o era algo solo mío.

¿Habrá llamado a su esposa así?

De pensar en eso no me sentía tan bien.

Yo estaba intrigada con este hombre. Quería saber todos y cada uno de sus secretos. Saber el motivo de que fuera tan retraído, tan amargado cuando no lo conocías mucho.

Me levanté de la cama y debo admitir que dolió un poco ahí en medio de mis piernas cuando caminé. Intenté tomar la sábana con un mínimo del decoro, pero él no me dejó. —Gabriel, dámela.

—He visto cada centímetro de tu cuerpo y tengo planeado besarlo también. No te daré eso, no lo necesitas conmigo.

Yo no sabía qué tenía este hombre, pero cuando me hablaba de esa forma podía sentir que mis piernas se volvían un charco inservible, parecían un pudin. Me encendía sobremanera.

Me sentía rara caminando desnuda frente él, pero tenía un punto, ¿Qué podía ocultarle? Si ya vio todo de mí, excepto mi información genética.

Caminé hasta el baño y ahí hice pipí. Ardió, pero recordé el motivo de ello y una sonrisa surcó mi cara por completo. Me di una rápida ducha porque no quería una ITU y volví a la habitación vistiendo mi albornoz.

Estaba algo mareada y lo sabía, pero era el precio por pagar. Cuando me desplomé en la cama somnolienta, eso no le pasó desapercibido.

—Vamos a medirte la glicemia.

—Para qué, sabemos que está baja —era un pinchazo innecesario.

—Eres muy respondona, ¿Sabes? —me reí y pude ver esa sonrisa que surcaba su cara—. Si está baja debes comer.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora