Capítulo 23

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Capítulo 23:

Un café puede ser el inicio de todo

Un día de trabajo más llegaba a su fin y pronto estaría en casa para poder irme a dormir a pierna suelta. Quisiera saber cómo es que en las series médicas siempre ponen que se van a beber unas cervezas luego de una jornada larga como si nada. Siento que me pesan los músculos. Y ellos siempre se veían frescos así trabajaran cuarenta y ocho horas.

Firmé mi salida y fui al cuarto de residentes. Recogí mi mochila del casillero y miré la rosa que estaba allí. Era una nueva que encontré pegada hoy en la mañana. Seguía sin saber quién la colocó, pero hacía que dentro de mí se volviera algo extraño. Nunca he tenido un "admirador secreto" y eso era lindo.

Solo espero que no sea un loco acosador.

Cerré con la combinación y fui rumbo a la oficina de Stone para molestarlo un poco antes de irme. Desde que me ayudó me he sentido diferente con respecto a él. Mas cercano y algo dentro de mí tiraba más hacia donde estaba, como una necesidad de verlo, aunque sea un instante.

Y no quería psicoanalizar esto, porque la respuesta sería un desastre que yo no necesitaba.

Al final me mandó el número de cuenta y le pagué lo que hizo por mí ese día. No me contestó, pero yo sabía que eso lo había enojado. No me importaba, yo tenía que recoger algo de mi dignidad.

Toqué la puerta y luego de un pase noté que estaba sentado en su escritorio con una expresión que parecía al borde del colapso. Y eso me extrañó, ya que era el hombre más controlado y menos estresado con el trabajo que he visto.

—¿Qué le hizo el computador? —pregunté.

Se dio cuenta que era yo y toda su atención se enfocó en mí. No me gustaba el escrutinio, sobre todo porque yo estaba hecha un asco luego de haber trabajado todo el día. Mi cabello de seguro tenía mechones sueltos y mis ojeras debían ser iguales a los ojos de un mapache.

Mierda, ¿está llevando anteojos de lectura?

Tenía anteojos de bordes negros, que quedaban en su cara de forma extraña, no porque se vieran mal, sino porque la apariencia de chico rudo de cabello largo recogido, con las monturas de profesor parece ser algo sacado de un calendario caliente. Y mira que muchas lo comprarían.

Incluso yo. Sobre todo yo.

—Nada, solo que este trasto no ayuda para nada —creo que no se lleva bien con las cosas que no sabe hacer.

—¿Qué intentaba hacer?

No parecía muy contento de hablar. —Una presentación con diapositivas. Soy ponente en un congreso de Medicina Interna y no tengo paciencia para esas cosas.

Oh Lala, un congreso. El verdadero quién pudiera. Lejos de mi bolsillo.

—No sabía qué participaría en un congreso.

—Me lo dijeron la semana pasada. —golpeó una tecla y se frustró, lo que me causó risa y una ternura a la vez. DETENTE. Eso no era bueno—. Sé de lo que voy a hablar, tengo todo listo, menos la presentación y debo enviarla pronto.

—Soy buena en eso.

Me miró sin comprender. —¿Qué?

—Soy más o menos buena en diseño gráfico. —expliqué—. No a nivel experto como un diseñador graduado, pero me defiendo. Yo era la chica de los plumones en la escuela y me gustaba que ese tipo de cosas quedara bien. Las vio en mi seminario.

—¿Puedes hacer algo así por mí? Te pagaría lo que fuese necesario. —me reí, necesitaba el dinero, pero no le cobraría a este hombre—. No importa la cifra, solo ayúdame.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora