Capítulo 46

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Capítulo 46
No sirve llorar por esto

La mañana siguiente de mi viaje, desperté con la certeza de que todo había cambiado en mi vida para siempre. Que luego de este congreso nada sería igual en mi existencia.

Bueno, eso era obvio, dado los hechos.

Yo tenía una relación, de sexo, cabe decir, pero una relación con mi tutor de la residencia. Una que era peligrosa y que nos podía costar caro, sin embargo había dejado todo de lado, hasta mi credos por vivir lo que él me estaba haciendo vivir.

Me hacía sentir con vida.

Nunca, con ninguno de mis compañeros sexuales me sentí de esa manera. Necesito creer que es porque entiende mi situación, que sabe lo que necesito y la manera. Solo era química.

Era sexo nada más, orgasmos y fluidos compartidos. Además de las clases que me daría en el hospital. No debía complicarme. Fácil y sencillo.

Ja, como si eso fuera algo común en mi vida. Todo era conmigo un desastre.

Teníamos que ser cuidadosos, demasiado. Nuestras carreras pendían de un hilo, uno que estaba más delgado de mi lado que del suyo que seguro era nylon. Pero no me preocuparía.

Solo serán cinco meses. Sencillito.

No analizaría esa oración.

Tenía que pasar ese tiempo rápido, aunque siendo honesta, yo sentía tristeza de que él tuviera que dejarme en la residencia cuando yo había aprendido tanto a su lado. Pero tenía que afrontarlo, si queríamos ambos salir sin problemas, debía ser así.

Pero primero tenía que resolver unos asuntos que me atañían.

Después de llegar a mi casa, me dormí como hace mucho tiempo no hacía. Cansada por todo lo ocurrido en los últimos días y retomando energía por las noches sin pegar ojo que me había creado está situación antes de viajar. Cuando desperté, me levanté, me di una larga ducha y me preparé mentalmente para el día de hoy.

Saqué mi uniforme y me lo coloqué, tomé mi cabello que iba a desenredar y hacer mi normal trensa, pero antes de iniciar, lo solté. Este cayó en ondas semionduladas por toda mi espalda.

Me coloqué una diadema con hojitas doradas que daban la semejanza de un hada o algo así. Con el bronceado que tomé de esta semana en la playa, me veía radiante. Me sentí linda cuando me miré al espejo.

La puerta de la casa se abrió y al rato la de mi habitación, mi mirada se enfocó en mi mejor amigo qué acababa de entrar como perro por su casa.

—Aquí está mi perra —corrió a abrazarme y yo misma hice lo mismo—. Te extrañé, tienes que contarme todo —dijo antes de soltarme.

—Obvio, bebé.

Él me dió una mirada de arriba abajo. Una mirada que antes hubiera recibido bien, pero no ahora. —Amiga, te ves sexi.

—Gracias.

—Alguien cómo que tuvo sexo y del bueno.

Quise tirarme de un puente. —¿Qué dices? Solo estoy descansada.

Intenté con mucho ahínco que sonara normal, pero Eli me conocía demasiado, más que yo misma. Era mi puta conciencia.

—Very, dime qué no hiciste lo que hiciste.

Cristo.

—Si es por sexo. Sí, si tuve —dije dándole una respuesta casi honesta.

—Eso no es el problema —mierda, mierda, mierda, alarmas de guerra se escucharon fuertemente en mis oídos—. Perra, te acostaste con Stone.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora