Miré el amanecer desde la ventana de la habitación. Frío, con algo de nieve, pero con algo de magia. Diciembre estaba aquí. Navidad estaba pronto a llegar y yo tendría uno de los regalos más maravillosos. Uno por el que había luchado mucho.
Era mi último día como residente de medicina interna.
Parece que fuera ayer cuando llegué al hospital retardada, con miedo y sin tener un orden en mi vida. Ahora era un antes y un después de ese momento. De esa Avery Taylor que era más miedos que otra cosa. De sueños que quería materializar.
No podía creerlo todavía.
Me sentía nostálgica, al grado de haber llorado un poco en la noche. Hoy todo estaba a cargo de mis residentes de primer y segundo año. El día era para los próximos especialistas. Hoy era el ascenso. Mi padre había venido y estaba en un hotel con su esposa. Yo estaba en la cama de mi piedra que me escuchó nerviosa hablar hasta tarde porque no podía dormir.
¿Mi sistema simpático seguía gobernándome? Obvio que sí, no es como si eso hubiera cambiado en algo. Era ansiosa como siempre.
En este momento él estaba preparando mi desayuno. Porque sabía que yo no comería nada de no ser por él. Una mala costumbre que había tomado, pero me gustaba ser cuidada de esa manera. Me hacía sentir importante, protegida.
Sentí que se posaba un manojo de pelos y le sonreí a Caos que puso su cabeza sobre mi pierna. Mi querido amigo perruno también sabía cuándo necesitaba de su calma y estaba contenta de que formara parte de mi vida.
Mi corazón latía acelerado. Estaba nerviosa y mi cabeza solo era un carrete de momentos. Sobre todo, aquellos de primer año. Que fueron los que verdaderamente me endurecieron y forjaron para convertirme en la mujer de hoy.
Desde el momento de la presentación a Stone, cuando él me molestaba y yo devolvía el mismo trato pese a que era mi superior, la forma en que yo fui soltándome. O cuando el escuchó todas aquellas palabras que le dije a Elijah. Las risas y momentos compartidos con mi mejor amigo. Todo era un recuerdo que atesoraba. Incluso los de la época más oscura donde parecía que perdería mi sueño, todo eso me marcó y me hizo crecer.
La puerta se abrió y noté como Gabriel traía en sus manos café y yo sonreí cuando me lo entregó justo con un beso en los labios. Aún no me había acostumbrado a nuestra relación.
—¿Cómo está mi internista favorita?
Tenía mis sentimientos a flor de piel y Gabriel lo notó. Por lo que se sentó a mi lado en la cama. Estuvo esto últimos meses siendo un gran apoyo, incluso cuando estaba en Estados Unidos resolviendo las cosas de su fundación estuvo siempre llamándome, escuchándome y preocupándose por mí.
—Es raro. Siento que estoy todavía pequeña para ese mundo lleno de tiburones como lo son ustedes los especialistas.
Lo escuché reír y yo le empujé, lo que lo hizo reír más. —Eres algo violenta.
—Es un momento serio —pero al menos me había hecho reír.
Sentí que tomaba a su mano en la mía sosteniéndome. —Ahora eres uno de esos tiburones.
Solo pude hacer un puchero.
—Vida, has sido muy buena en tu trabajo. Fuiste la mejor de la residencia. Lo serás ahora que tengas toda la potestad como especialista.
—¿Lo crees?
—Estoy seguro.
—Soy la misma que diagnosticó una apendicitis en un paciente con diverticulosis.
—Error de novata. Luego aprendiste de ello —me besó en los labios—. Ahora vas a desayunar para luego arreglarte. Todos esperamos por ti.
Asentí un poco más tranquila, agradecida de que supiera como calmarme prácticamente desde siempre, pese a que fue quien en un principio me iba a matar de los nervios. ¿Quién lo habría pensado? Ni en mis sueños más locos pensé que me enamoraría de mi tutor.
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Malas Enseñanzas
RomanceSe suponía que todo iba a ser sencillo. "Se suponía" Pero como siempre, todos mis planes eran una porquería. Yo comenzaría mi residencia médica y terminaría mi especialidad, mis metas iban viento en popa y era lo mejor de todo. Haría lo que fuese n...