Capítulo 37 (Maratón 2/4)

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Capítulo 37| Sobrellevarlo que siento

Él me miró como si quisiera sacarme la cabeza en este momento. Lo más probable es que eso fuera real ya que fue muy tajante en el asunto de que yo debía cumplir mi reposo y no aparecerme en el hospital hasta que marcara el mes, tal vez más, de mi operación.

—Te lo vuelvo a preguntar, Taylor. ¿Qué haces aquí?

Sí, denme un premio a la suicida del año. —Solo me llamas Taylor cuando me vas a regañar.

Miré su cuello y estoy segura de que su carótida tembló. Me iba a matar aquí.

Me tomó del brazo y no sabía para dónde me llevaba. No podía hacer nada, ya que solo atraería a la mirada de gente curiosa y que solo buscarían hacerme la vida imposible. Cuando vi que entramos a su consultorio quise soltarme, no era bueno, era la peor idea estar ahí.

Cuando estábamos ya dentro cerró la puerta tras nosotros.

—Creo que es mejor que me vaya a casa.

—Cállate.

Sí, debí hacer eso desde el mismo momento en que empecé la maldita residencia, pero yo no sabía qué era eso. Por andar de bocona estaba metida en todos estos embrollos.

—¿Qué haces aquí?

Así que decidí ponerme las bragas de niña grande y hablar. —Vine a trabajar. Acabo de terminar mi guardia.

—¿Hiciste una maldita guardia nocturna recién operada?

Es que él no podía entenderlo. —Hice una guardia de veinticuatro horas tres semanas después de ser operada por laparoscopia. Estoy bien.

Se atusó el pelo con estrés.

—Es que debí suponer que harías algo como esto. Hablé contigo y te dije que no te quería de regreso hasta que terminara tu reposo.

—Yo no soy un perrito faldero que está detrás de lo que me dicen.

—Pero si soy tu tutor y debes acatar mis ordenes quieras o no. —mordida por un perro.

Porque él tenía razón, por más que yo me acosté con él, seguía siendo su alumna. Y si no cumplía sus reglas, me hacía una irresponsable.

Así que decidí apelar a mi parte más tranquila y darle una oportunidad de aparecer. Debía estar muy escondida la desgraciada, pero la necesitaba ahora.

—Estaba cansada de estar en casa, me iba a volver loca. —él bajó un poco sus hombros, tenía que significar algo bueno, ¿no? —. Además, no es como si hubieses seguido tu reposo cuando te hirieron.

Joder, ya cállenme la boca.

—Te recuerdo que no son las mismas circunstancias —estuve a nada de convencerlo—. Yo fui militar, he tenido heridas mucho peores que esa y me levanto como si nada porque nos acostumbraron a ello. Segundo, yo no tengo una enfermedad que retrasa la cicatrización de heridas.

Eso me dolió. —No soy ninguna enferma.

—Lamento diferir, Very. Pero tienes una enfermedad de base. Una que condiciona tu vida para siempre. Debes tener cuidado.

—Haces ver mi diabetes como algo difícil.

—Avery, lo es. Es una enfermedad con la que puedes vivir normalmente, pero tienes que tener el doble de cuidado que una persona normal. —odiaba que tuviera razón—. Por favor, no llores.

Sí había estado a punto de llorar por segunda vez hoy. —Solo quería trabajar —susurré.

—Pero tu salud está antes. Los paramédicos usan un protocolo, Se llama PAS. Proteger, alertar y socorrer. Lo primero que quiero que entiendas es que proteger significa protegerte a ti antes. Porque estando en una situación vulnerable no podrás ayudar a nadie. Serán más personas que necesitan ser socorridas aparte de ti.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora