Capítulo 69| Imposible borrar tu nombre
Había pasado una semana desde la llegada de Gabriel a Toronto. El doctor Hill no había sido operado todavía porque sus cifras tensionales estaban dando problemas. El aneurisma no estaba sangrando, lo que era un punto a ganar.
Cada uno trataba al doctor de la mejor manera. Teníamos discrepancias a la hora de dar tratamiento, pero al final de todo llegábamos a un punto medio porque pese a todo nuestra única preocupación es que el doctor Hill mejorara.
Había intentado hablar conmigo en cada ocasión que pudo, pero yo le impedí en cada vez. Yo tenido una guardia que di gracias al Señor que él no estuviese, y me refugié en mi trabajo que era lo mejor que podía hacer. Todos los días llegaba a casa y me acostaba tarde porque el sueño me lo había robado, por lo que me encargué de leer todos los materiales que tenía atrasado de mis clases.
Elijah me cuidaba de no encontrarme a solas con él, algo que agradecía porque podía ser contraproducente. Yo solo pensaba en que estaba cerca del hombre que dañó mis sentimientos. Mi mundo en este momento se sentía como un caos, como si todo fuera a rebosarme.
No podía negarme tan poco que lo veía. La manera en que trabajaba y lo escuchaba hablar por teléfono. sabía por las enfermeras que él seguía en Estados Unidos. Yo solo podía pensar en que él se fue cuando yo le había rogado que me explicara. Solo recordaba lo mierda que me sentí en ese día. Bueno, en todos los días posteriores a ello.
Me encontraba preparando un seminario, porque además de estar pendiente de Hill, ser la residente jefa de medicina interna, tener una sala en donde todos debían rendirme cuentas y las presentaciones de seminarios y fichas yo seguía siendo una estudiante. Además de que no podía olvidarme de las noches sin dormir. Estaba hecha una mierda. Pero no me rendía. Seguía levantándome cada mañana para ir al gimnasio y luego al hospital donde debía hacer vida.
Había quedado con mis amigos de salir de nuevo y aunque me hallaba cansada, al final dije que sí. no quería perder la amistad que había formado ahora que había llegado Gabriel nuevamente.
Estaba recogiendo mis cosas cuando sentí que alguien se acercaba a mí. Como si tuviera un radar supersónico, supe de quien se trataba. Al estar sola en el cuarto de residentes era un blanco fácil y en mi agotamiento bajé la guardia.
Me giré. Al mirarlo me di cuenta de que no estaba mejor que yo. Tenía ojeras en sus ojos y algo de pena quiso tocar a mi corazón, pero me puse una coraza y dije que no, que debía mantener mi protección. Lo más probable es que su cansancio fuera el trabajo y yo aquí pensando en que podría afectarle mi presencia.
—Estoy saliendo —mascullé.
—Solo serán cinco minutos —exigió, no pidió como otros días.
Negué. —Doctor, no tenemos nada, nada de qué hablar.
—Deja la maldita estupidez con el "doctor" ambos hemos compartido mucho para que estemos con esa tontería.
Sentí mis mejillas enrojecer al acordarme de dichas cosas compartidas. Porque eso cedía el paso a memorias y sobre todo destapaba la caja fuerte que había dejado cerrada este tiempo para poder continuar mi vida.
—No entiendo que quieres hablar conmigo. Lo dejaste todo claro.
—Joder —espetó—. Si tan solo pudiera explicar lo que pasó.
Lo miré sin comprender. —No tienes nada que explicar, lo dijiste todo. Bueno, realmente no dijiste nada. Huiste.
No podía negarlo una pizca de curiosidad estaba tocando a mi puerta. Porque quería saber eso que supuestamente tenía que decir. Y era una idiotez de mi parte si yo aceptaba siendo sincera conmigo misma.
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Malas Enseñanzas
RomanceSe suponía que todo iba a ser sencillo. "Se suponía" Pero como siempre, todos mis planes eran una porquería. Yo comenzaría mi residencia médica y terminaría mi especialidad, mis metas iban viento en popa y era lo mejor de todo. Haría lo que fuese n...