Capítulo 3

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"La justicia es difícil de describir. ¿Qué es justo si cada uno tiene su propia visión del mundo?
Por ende, el único que puede describir la justicia es alguien que este por encima de lo humano, alguien sin intereses personales y que solo piense en el bien mayor.
Es decir, un dios."

La verdadera justicia – John Baker

–Michelle Smith–

Seguí a aquel general. Un hombre fornido, de metro noventa, que rondaba los cincuenta. Llevaba un bigote bien cuidado y su cabello estaba peinado de tal forma que cubría su cada vez más prominente calva.

Era un hombre arisco con un humor de perros que hacía temblar el suelo a cada paso que daba.

A cada lado suyo, dos soldados raso nos acompañaban,  al igual que otros dos iban por delante y por detrás nuestra, siguiendo el ritmo que el general marcaba.

Todos llevaban el uniforme de Arthur. Una casaca roja; una casaca es una especie de abrigo...aunque mi bajo conocimiento en vestimentas me podría llevar a equivocarme.

Dicha casaca la cruzaba una linea blanca. Llevaban pantalones azules y botas negras. A su hombro cargaban un rifle, lo de los lados eran de pólvora, mientras que el de adelante y el de atrás llevaban rifles tesla, eran muy parecidos a los normales, pero su cañon era más grueso y estaba compuestos por bobinas, disparaban un proyectil embuido en energía eléctrica, a una mayor velocidad y precisión que un rifle normal; pero con materiales más caros.

El general era el único que llevaba espada, y se diferenciaba por el sol dorado, uno de los símbolos del dios Kail-un.

Salí de los barrios de clase media, no muy lujosos pero con calles bien ordenadas para adentrarme en los barrios de clase alta. Todos los edificios eran mansiones de dos plantas con jardín, y las calles eran bastante amplias.

Aquí es donde se encontraban la mayoría de esos carros sin caballo, y algunos tenían caballos mecánicos, autómatas que funcionaban a vapor. Relinchaban y golpeaban el suelo con sus cascos mientras las bombillas de sus ojos se volvían rojas,mostrando que habían detectado a un desconocido.

Yo seguía inmiscuida en Francis, tenía que volver a Fairy Luck, comprobar que estaba bien, pero aquellos soldados no me lo iban a permitir, estaba nerviosa y asustada, era la primera vez que tenía un encontronazo con la guardia, y la cosa parecía seria.

Me llevaron al cuartel general, un gran recinto amurallado parecido a un castillo, en los patios exteriores los soldados entrenaban con los rifles o la bayoneta de los mismos, practicando el combate cuerpo a cuerpo, otros daban vueltas al terreno.

Continué adentrándome en el castillo, con aquellas paredes frías y oscuras, y a su vez imponentes.

El interior estaba bastante bien decorado, con alfombras rojas y acolchadas, cuadros de distintos generales, y candelabros de luz eléctrica que alumbraban las paredes con una luz rojiza y tenue, mezclándose con el revestimiento de las paredes de madera oscura. El ambiente gotico era tétrico, pero había que reconocer que tenía clase.

Pasamos junto a un cuadro de Alzrot, me quedé un momento analizándolo. Alzrot era un caballero de brillante armadura al que no se le veía la cara por su casco. Levantaba la espada triunfante y de su punta salían haces de luz divinos. A sus pies ardían llamas de fuego caóticas, y entre estas se podía ver una figura majestuosa, de pelo llameante y una gran lanza, Kail-un, el dios Sol y creador.

Al fondo se encontraba el mar, y de entre las olas surgía una dama preciosa, Araila, la diosa del mar y la mente

Atrás del mar se alzaba una montaña, que en realidad era un hombre gigante de piedra. Juck-huk, el dios de la tierra y la humanidad.

Fairy Luck : La marca del Fénix || Libro 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora