Capítulo 4

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"La sociedad no es más que la evolución natural de las manadas de animales que existen en la naturaleza.
Dónde los fuertes imponen su ley al resto  y el resto obedece, como si alguna ley no escrita le diese el derecho a ello.
Al final, no somos mucho más avanzados que un simple perro"

¿Qué es lo humano? – Mich Stuart

– Francis Lockhart –

Aquella noche cerré Fairy Luck, como era costumbre, saludé a los transeúntes que pasaban cerca de la tienda mientras bajaba la persiana y cerraba con llave.

Hacía mucho que conocía a esa chica que acababa de contratar, siempre venía a Fairy Luck en busca de un nuevo libro o figura de cuentos de hadas y, de vez en cuando, me pedía que le contase la historia del nuevo producto en mi posesión o que le enseñase algún nuevo truco de magia.

Michelle Smith, sin duda, tenía potencial como maga, curioso que acabase decantándose por una tienda como Fairy Luck, pero todos tienen que comenzar por algún sitio.

Nunca pensé que la tendría como empleada, la verdad, era torpe y sin experiencia, y un poco excéntrica. Sin embargo, no podía quejarme, pues siempre estaba llena de pasión por aprender y de dar el mejor servicio. Eso lo respeto.

Fernand, por el contrario, no se había tomado muy bien que Michelle comenzara a trabajar. Según él, era peligroso que más trabajadores entrasen a Fairy Luck, pues podrían descubrir mi secreto.

Fairy Luck era una tienda de magia y antigüedades de cara a la galería, pero cuando la ciudad duerme, y todo entra en calma, es donde comienza el verdadero motivo de esta empresa.

Me dí unas vueltas por la ciudad, admirando la bella infraestructura humana de Brinchexter, no era nada especial, pero el modo de como mezclaban estilos, junto con las nuevas tecnologías, de influencia élfica, creadas por la energía tesla y el carbón me fascinaban. Era una noche despejada, no hacía ni calor ni frío, era perfecta.

Esa noche esperaba una visita, me senté en uno de los bancos de la plaza de la Victoria, donde se alzaba la estatua a Alzrot. Otro en mi situación vería esa estatua con mal gusto.

De donde vengo, Alzrot no era más que un genocida loco, sin embargo, había viajado mucho por el mundo, y lo que representa cada leyenda varía dependiendo el lugar. Aquí, Alzrot era un salvador, alguien que dió su vida por salvar a sus seres queridos y a la gente de su nación.

Y a falta de pruebas, era estúpido enfadarse. Por no decir que llevaba muerto siglos. ¿Que más daba?

Me dediqué unos minutos a meditar y a observar las estrellas, mientras la brisa acariciaba mi pelo, la calma de esa ciudad traía paz a mi corazón, ojalá todos los días fuesen así.

Esperé a que las calles estuvieran vacías, y, cuando me aseguré de que no había nadie, regresé a Fairy Luck. Fernand me esperaba en la parte trasera. Fernand era una persona a la que admiraba mucho.

Perteneciente a la raza de los enanos, conocidos por ser cabezones como ellos solos y no aceptar los cambios, aceptó viajar conmigo e incluso abandonar su hogar por conocer más del mundo. Puede ser porque se sintiese responsable de mí, al conocerme cuando yo era un crío y básicamente criarme, o puede ser porque le salve la vida y, según el código enano, ahora debía pagar su deuda.

Fuera como fuese, siempre estaba allí, y siempre sabía que decir. Era una persona sabia, pero sin pelos en la lengua.

– ¡Ey, viejales! ¿Ha llegado la visita? – Saludé.

– ¿Viejales? Aún no me voy a jubilar, chaval...La visita debería estar al caer...¿seguro que es buena idea? Nos pisan los talones, aún vigilan tus movimientos. – Respondió – Cualquier error, y volverás a nadar en mierda...

Fairy Luck : La marca del Fénix || Libro 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora