—Maldición, ya te dije que no iré —Le decías a Haseul. Compañera de trabajo y una buena amiga, bueno, una de las tres únicas amigas que tenías en tu trabajo. Haseul podría llegar a ser irritante si así se lo proponía y hoy, fue el día de ser irritante.
—¿Por qué no?
—Ya te dije la razón, con solo una vez que te lo diga te debe quedar claro —Haseul te había organizado una cita a ciegas luego del trabajo. A ti, nunca te agradó eso de ver a desconocidos en un concepto de "cita". Haseul se empeñaba en que era hora de que conocieras a alguien y poder tener una relación amorosa cosa que no querías para tu vida aún, pero ella insistía— Haseul, no voy a ir y ese esa es mi última palabra
—Que amargada eres —Dijo deslizándose junto a su silla frente a su escritorio ignorándote por completo en las siguientes horas.
Terminaste el internado, entraste a una buena universidad y todo parecía ir bien. Fuiste contratada en una gran empresa para trabajar en la zona de marketing y publicidad. Te pagaban bastante bien logrando ahorrar para comprar tu primer departamento. Hace poco habías cumplido los veintiséis años y te sentías mejor que nunca, la cúspide de tu juventud había estado llena de aventuras y experiencias, unas buenas y otras malas.
La hora de salida del trabajo al fin había llegado, era viernes y lo único que querías era ir a tu casa y meterte en la cama para simplemente dormir luego de un largo día y semana.
Y eso fue exactamente lo que hiciste, ni siquiera te habías molestado en comer de lo cansada que estabas últimamente. Además, debías dormir bien, al día siguiente tenías que ir a tu lugar especial.
...
Empacabas en una mochila una manta, un libro que estabas leyendo en ese momento, fruta y bebidas, sándwiches y bloqueador solar. Salías de tu hogar en dirección a la parada de autobús más cercana.
El trayecto duraba algo más de veinte minutos ya que era un poco lejos la locación a la que te dirigías. Era un día soleado, pero en lo absoluto caluroso, más bien, la brisa fría recorría todo Seúl lo que te relajaba bastante y te ponía de buen humor.
Llegabas a la parada de autobús que correspondía, descendías de este y caminabas algunos metros para al fin llegar.
—Hola de nuevo —Dijiste acercándote a aquella cabaña. Su cabaña.
Luego de que Namjoon se fuera, perdieron contacto. Sinceramente, lo veías venir, pero quisiste guardar un poco de esperanza suponiendo que Namjoon estaba algo ocupado y que pronto se pondría en contacto. Eso jamás sucedió.
Sin embargo, la cabaña era un lugar muy especial para ti, resguardaba tantos hermosos recuerdos de tu adolescencia y de Namjoon, claramente por lo que no pudiste desvincularte de esa cabaña. Cuando Namjoon se fue, la dejaste de frecuentar por un tiempo, ya no había nadie por quien arriesgar una sanción de la supervisora, pero con la llegada de la graduación y la salida del internado y un par de años de pensarlo, decidiste volver y mantenerla de la misma manera como Namjoon y tú la solían cuidar.
Tres sábados al mes, durante cinco años, tenías una cita en aquel lugar.Extendías la manta sobre el pórtico de la cabaña, no te apetecía entrar ya que el día soleado merecía que estuvieras afuera. Tomabas tu libro, abrías una lata de refresco y comenzabas a leer detenidamente cada línea del interesante libro.
Era perfecto.
Al cabo de una hora, tu estomago rugia lo que ameritó comenzar a degustar la comida que habías llevado contigo. Mientras lo hacías, reproducías algo de música en tu teléfono y contemplabas el paisaje. No muy lejos, el ahora mejorado edificio del internado, tanto el ala de chicas como el de chicos, a su lado, un parque de juegos en donde se lograba divisar algunos niños jugando y un poco más cerca, Namjoon caminando en dirección a la cabaña.