( 54 - Hoseok )

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—Mamá, ¿ya viste? —Dijiste mirando atentamente a lo que ocurría en la calle.

Tus ojos miraban curiosamente un camión de mudanzas estacionado en la casa de en frente. Era bueno ver como nuevos vecinos llegaban a integrarse en el vecindario, pero tú solo esperabas que algún niño o niña llegara a esa casa para poder hacer nuevos amigos y jugar en el parque que quedaba a tan solo un minuto caminando desde tu casa.

Sentiste los pasos de tu madre detrás de ti acercándose. Segundos luego, una mano se posó en uno de tus hombros mientras lo acariciaba con su pulgar.

—Vecinos nuevos —Río por lo bajo— Esperemos que logren adaptarse rápido. Ven, baja a comer que el almuerzo ya está listo

—Bajo en un momento —Respondiste.

Ella se retiró de tu habitación no sin antes recordarte que, si no bajabas a comer, la comida se enfriaría. La verdad es que poco interés tenías en bajar a comer y dejar de mirar lo que estaba ocurriendo así que pensaste de manera ingeniosa para una niña de nueve años. Bajaste como si de eso dependiera tu vida y llegaste a la mesa del comedor muy tranquilamente.

—Por fin. Ven, siéntate —Dijo palmoteando la silla a su lado. No le respondiste o hiciste caso a lo que ella reaccionó dejando de comer y mirándote extrañada— ¿Qué pasa?

—Mamá —La mirabas tímidamente. Ella supo de inmediato que querías conseguir algo.

—¿Qué me vas a pedir? —Inclinó su cabeza.

—P-puedo comer en mi cuarto —Bajaste la mirada y jugabas con tus pies. Ella suspiró y río por lo bajo— ¿S-sí?

—Mi amor, no deberías comer en tu cuarto. Sabes bien que haces mucho desorden —Negó con la cabeza mientras se llevaba un bocado de la comida y lo degustaba. La última vez que comiste en tu cuarto, se hizo algo de desastre y eso no fue algo que pusiera muy feliz a tu mamá y fue desde ese día que te prohibió hacerlo— Además, sentarnos juntas en la mesa es lindo. Podemos conversar de lo que te gusta.

—De acuerdo —Arrastraste los pasos hasta la silla y te sentaste en ella algo desilusionada pues querías observar con atención a los nuevos vecinos.

Comiste tan rápido como pudiste que casi ni hablaste. Tu mamá se burlaba de vez en cuando y te recordaba que debías comer lentamente para evitar ahogarte cosa que fue difícil de acatar porque la curiosidad te estaba ganando.

Tan pronto como terminaste, corriste a dejar tu plato en la cocina y corriste de regreso a tu habitación donde tomaste algo de bloqueador solar para ponerlo en tu rostro y esparcirlo. No querías obtener quemaduras en tu rostro y lo mejor era cuidar la piel.
Regresaste a la sala y le preguntaste a tu madre si te era posible salir a jugar un rato en el parque. Ella accedió con la condición de que regresaras antes de las cinco de la tarde para cenar.

Saliste de casa con emoción e ilusión de poder observar más de cerca a los nuevos vecinos. Sin embargo, el camión de mudanzas ya no estaba y eso solo significaba que ya habían entrado todas sus cosas a lo que sería su nuevo hogar. Tus ánimos decayeron en cierta medida, pero aun así, fuiste al parque y jugaste con tu imaginación el tiempo que se te tenía permitido.
Era muy divertido sentir la brisa golpear suavemente tus mejillas y como los tranquilos rayos de sol equilibraban la temperatura del ambiente.

Luego de agotar casi todas tus energías, regresaste a casa a paso lento. Mirabas al suelo y jugabas de vez en cuando con alguna roca pequeña, fingiendo que esta era un balón para patear y cuando la roca ya se desviaba mucho, tus ojos volvían a concentrarse en el insignificante pavimento.
Justo cuando ibas a entrar a casa, tus oídos lograron centrar su atención en una conversación de la casa de en frente. Una discusión.

𝘽𝙏𝙎 𝙤𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨 - 𝙄𝙄𝙄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora