Un reencuentro siempre suele llenar de felicidad, en los cuentos de hadas la felicidad es para siempre pero en esta historia no se sabe.
_____ Halls perdió al amor de su vida, Tom Hiddleston quién se caso con una mujer con la cual tuvo una aventura...
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Frotaba mis manos una y otra vez intentando eliminar mis nervios y un poco de sudor que había aparecido en ellas, tomé un aire inhalando profundamente y manteniéndolo unos segundos dentro de mis pulmones antes de sacarlo y luego volví a repetir lo mismo unas cuantas veces más sin abrir mis ojos, estaba lista para casarme ese mismo día con Tom, el amor de mi vida.
Me miré de pies a cabeza en el espejo ahora estando sola, las personas que había contratado Isabel para que se encargarán de arreglarme ya se habían marchado no hace mucho tiempo, pedí que antes de que se fueran cerraran la puerta para tomarme un pequeño momento a solas intentando asimilar que era lo que estaba a punto de pasar. Con mis ojos recorrí toda mi silueta desde el reflejo del espejo viendo cada detalle de mi peinado, que era sencillo pero con un toque de elegancia, tenía el cabello suelto con algunas ondas muy naturales y un pequeño recogido evitando que el cabello callera sobre mi cara. Por maquillaje había optado por algo más natural, no quería algo tan cargado porque creí que no quedaría con mi vestido y es que estaba enamorada de él creí que era el vestido de una princesa. No era para nada esponjoso, era menos pesado, largo con unas mangas hermosas y una caída natural que me fascinaba, ya estaba lista para vivir mi cuento de hadas.
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Unos toquidos se escucharon del otro lado de la puerta de la habitación, era mi padre quien esperaba por mí, los nervios aumentaron todavía más pero ya no había más tiempo que perder. Salí y lo vi parado del otro lado de la puerta con un traje negro y camisa blanca mientras que en su cuello portaba un moño blanco a juego, se veía muy apuesto, me miraba con mucha sorpresa, su mirada me recorrió de arriba hacia abajo fijamente y poco a poco sus ojos se llenaron de lagrimas, cubrió su boca con ambas manos y luego esbozo una sonrisa pero las ganas de llorar le ganaban.
Al quitarse las manos de su rostro me abrazo muy fuerte, tan fuerte que sentí que podía partirme a la mitad y reí un poco.
— Papá, ya estás lastimándome –dije entre el abrazo.
