II. Capítulo 25: Prisión Corporal

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Hace cinco años.

Una Absol golpea con violencia el cristal en el que está encerrada. Una sala oscura, con luces parpadeantes y desconcertantes. Parecía estar en una discoteca. Llevaba días siendo sometida a una tortura visual y su mente ya estaba bastante fatigada.
Sumado a la debilidad mental y cansancio, estaba el hambre. Solo recibía una extraña sustancia la obligaban a comer por un tubo. Era desagradable.

Su mente comenzaba a ver diferentes recuerdos.

Un Vaporeon, una explosión. Fuego.

Un movimiento que la llevaba a un infierno del que nunca saldría. El fin de una esperanza que poco a poco se alejaba. Su cuerpo se desplomó, sin fuerzas.

-Ruf- un sonido parecido a su nombre la despertó

Ya no se encontraba en esa celda. Estaba en un salón blanco. Abrió los ojos, solo veía pulsos negros y blancos; las figuras de sus captores veladas por esas formas que bailaban sin parar alrededor de sus ojos. Mareo y un dolor de cabeza intenso, cómo si su mente estuviera diluida en agua y flotando en un océano de gelatina. Le daba vueltas.

-Rufen- una voz joven masculina, con un tono bastante agresivo decía mal su nombre.

- A... a - no podía articular ninguna palabra. ¿Cuánto tiempo hacía que no hablaba?

La Absol escuchaba murmullos y voces que no entendía. Se suponía que esas conversaciones las tenía que entender.

Una figura se le acercó y le acercó un líquido a la boca.

Agua. Era inconfundible. Varias moléculas que se deslizaban a lo largo de su garganta y aliviaba la sequía que tenía en su interior.

-¡Absol! - la Absol pudo pronunciar unas palabras.

Sintió terror. Sabía lo que había dicho, pero de su boca había salido algo diferente. Preguntó quiénes eran.

-Ab... Ab...¿sol?... ¿sol?... ¡Absol! - comenzó a ladrar presa del pánico. La ansiedad comenzó a nublar su juicio.

Sintió una punzada de dolor en su lomo y de pronto, todo empezó a volverse negro.

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Zerio miró a la Absol que se había quedado dormida en la camilla en la que estaba tumbada. Estaba anotando un par de datos en su libreta mientras asentía con una sonrisa

-Interesante... la reacción de... - murmuró.

-Señor- la voz de una de las doctoras le sacó de su cabeza. Era una mujer humana, pero con orejas de Delcatty; obligada llevar una diadema de ese estilo por compromiso de la causa. Eran falsas, pero estaban incrustadas en su cabeza casi quirúrgicamente. Su sonrisa desdibujaba su rostro, pero intentaba mantener la compostura.- debemos llevar a la sujeto a descansar. Si quiere hacer más pruebas...

-Llévatela- la interrumpió Zerio con seriedad mientras se ajustaba la bata.

No era un Zoroark normal. Era humano, pero su pelo era largo y denso, recogido en una coleta. Sus manos eran zarpas que terminaban en mortíferas garras color carmesí. Y sus piernas eran humanas cubiertas con un pantalón.

Pokémon, ¡Soy un Pokemon! Entre FronterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora