Capítulo 14: Ilusión

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Raven preparaba una taza de té. Mientras tanto, una chica de pelo negro con el flequillo rojizo estaba sentado en el sofá de la casa de Ikena. Era alta, y su pelo liso y un poco revoltoso le llegaba hasta el cuello, recogido con una diadema con una flor en un lado. Sus ojos eran inusuales, ya que eran de color ámbar con una tonalidad rojiza. Llevaba una blusa gris y no tenía zapatos. A lo lejos, se podría decir que parecía una chica normal, pero a medida que te acercas, unas orejas zorrunas negras nacían de su cabeza y se echaban atrás, indicio de que la chica estaba triste. Una cola oscura asomaba por detrás de su espalda. Por último, sus piernas estaban cubiertas por un pelaje negro que acababan en unas patas rojas.

-Sarah...

La chica dio un respingo. Raven aparecía por la puerta de la cocina con unas tazas de té para las dos. Se acomodó en un sillón frente a ella y dejó la bandeja en la mesilla del salón.

-Quiero que me cuentes, por favor, qué es lo que te ocurrió-dijo Raven.

Sarah tragó un poco de té.

-Bueno... Más o menos...

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Una brisa fresca me acariciaba mientras subía por el claro de un bosque por la montaña. El cielo estaba azul y había una nube que cubría el Sol, haciendo que disfrutara del paseo. Había tenido unos problemas con mis padres y por eso fui allí... Después de caminar largo rato, me adentré en el bosque, me senté cerca de un arroyo. Estaba pensando en lo mal que me iba la vida: mis padres me echaban la culpa de todo, mi mejor amiga dejó de serlo porque se había puesto a beber y a fumar hasta el punto de olvidarse de mi y de ser mal influenciada por toda mi clase; mi novio resultó ser un falso y se había liado a varias chicas mientras estaba con él, mis notas bajaron y mis profesores me cogieron manía... Y ahora esto...

Comencé a llorar. Entonces, un Zorua y un Zoroark se acercaron a mi. Yo les miré, temerosa y ansiosa de que me matasen. La Zorua se acercó a mí, al ver que estaba triste e intentó consolarme. La abracé y luego se la devolví al Zoroark. La verdad, a pesar de ser de tipo Siniestro, les sonreí para que vieran lo bien que estaba.

Los dos comenzaron a correr, yo intrigada les seguí, curiosa por ver donde iban... Acabé perdiéndome por el bosque... Aparte de que les había perdido el rastro, no sabía en dónde estaba... Comencé a deambular por el bosque durante tres horas, hasta que terminé en un estanque lleno de Goldeen...

Fue así mas o menos al cabo de diez minutos que se escuchó un estruendo... Me giré justo para ver un rayo azul impactando contra mí, haciendo que me cayese al estanque. Intenté llegar a la superficie y entonces, un dolor me recorrió todo el cuerpo. Con mucho esfuerzo logré salir del agua. Estaba sudorosa y adolorida, intenté ver qué es lo que pasaba. De pronto, sentí cómo algo salía de mi cabeza, me intenté mirar en el agua; como no pude, busqué en mi bolsita un espejo que por fortuna estaba ahí. Justo cuando me lo puse en la cabeza, un dolor comenzó a salir de mi columna. Intenté ver a través del espejito. Cuando me ví, hasta el dolor de la columna no lo sentía...

De mi cabeza asomaban dos orejas oscuras y el flequillo era pelirrojo, grité: de dolor y de horror. El dolor cada vez era más soportable, pero estaba horrorizada al ver como un pelaje gris... Entonces, mientras mi transformación sucedía, unos hombres con ropas grises comenzaron a acercarse... Me estaban apuntando con un arma... Y de repente, de la nada surgieron un Zorua y un Zoroark que corrieron a defenderme de esos hombres e intentaron revertir lo que había ocurrido... Pero todo fue en vano. Caí inconsciente mientras sentía cómo alguien me sujetaba con sus brazos...

Me desperté horas después, cuando ya era de noche. Vagamente recordaba lo ocurrido. Fue cuando vi que estaba junto al Zorua y al Zoroark de antes, y lo recordé todo.

Pokémon, ¡Soy un Pokemon! Entre FronterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora