Capítulo 37: Una pesada carga

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La semana que Sarah envió las cartas Ikena.

El sol comenzó a brillar entre las montañas nubladas y su luz inundó el bosque donde dormían Isaac y compañía. Zarky ya estaba despierta antes de que amaneciese y contemplaba el río que discurría a través de las ruinas de aquel pueblo. Estaba sentada, con las piernas cruzadas. Había adoptado su forma humana. Su cola azul larga y mullida descansaba sobre la piedra y sus orejas estaban caídas. No podía evitar dejar de darle vueltas a la imagen de su madre derrotada y utilizada a voluntad de su padrastro. Cerró los puños con rabia y se sentía impotente. La poca impulsividad que tenía y que la había hecho huir de aquel horrendo lugar acabó por abandonarla y, mirando el río deslizarse sobre las piedras, veía como sus ganas de vivir se iban con la corriente.

Isaac la tocó el hombro y la sacó de sus pensamientos. Como un bálsamo, se sentó junto a ella y la abrazó mientras enroscaba su cola alrededor de su cintura. Zarky no pudo evitar que se le cayese una lágrima.

-Es hora de seguir- la dijo mientras acariciaba su pelo.

Zarky asintió.

Isaac la ayudó a levantarse y fue a despertar a Aly.

-Aly, despierta- la voz de Isaac hizo que se sacudiera y abriese los ojos. Se los frotó con sus patas mientras intentaba adaptarse a la luz que entraba por los huecos de la casa derruida.

Zarky fue a despertar a Sarah, pero no estaba allí. Se alarmaron y comenzaron a gritar su nombre.

-¡Sarah!- Zarky asustada buscaba entre las casa

-¡Sarah!- gritaba un poco ronca Aly mientras buscaba moviendo rocas con Psíquico.

-¿¡Dónde estás!?- gritó Isaac.

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Los ecos de los gritos ascendían lentamente la ladera de la montaña. Las nubes habían descargado toda su furia en ese descampado y el rastro de la batalla se había borrado casi por completo.

El eco de los gritos inundaba el lugar y aquella que había sido derrotada abrió los ojos mientras que las voces inundaban sus oídos.

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Unos matorrales comenzaron a sacudirse. Aly sacó el palo de la cola, preparada pata atacar.

Una garra apareció entre los matorrales y una Sarah un poco adormilada se levantaba entre ellos.

-¿Una no puede dormir tranquila?- masculló mientras pegaba un largo bostezo que contagió a Isaac

Los tres suspiraron aliviados y la ayudaron a levantarse.

-¿Cómo has acabado aquí?- preguntó Aly

Sarah se rascó la oreja derecha.

-Veréis...- tosió un poco y dijo- me desperté en mitad de la noche porque tenía ganas de ir al baño y pues... como estaba cansada... me quedé dormida...

Estallaron de risa. Sarah se sonrojó y murmuró avergonzada:

-Estaba cansada... y además... tenéis que reconocer que vosotros también necesitáis ir al baño

Pokémon, ¡Soy un Pokemon! Entre FronterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora