Café Maid

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Espero que les guste~

Nota: Halloween de acerca, así que estoy medio obsesionada con los disfraces xD

-¿Necesitas otro trabajo?- Midori enarco una ceja ante la petición ajena, curiosa. -¿Para qué necesitas otro?-

-Mi teléfono tuvo un...trágico accidente...- hizo una mueca, recordando a su pobre teléfono hecho trizas guardado en una caja por el momento, lo único salvable siendo la tarjeta de memoria para su suerte. -...y necesito dinero extra- no le dijo nada a Red Son porque este le había dicho la última vez que no volvería a arreglar su carcacha de tonto mortal. No se animo a pedirle un aumento temporal a Pigsy después de que le grito y reclamo la última vez que se lo había pedido. Tampoco quería pedirle dinero a Mei porque ella ya le había prestado una vez y aun no terminaba de pagarle. -Estoy desesperado- lo estaba.

-Pues...tengo malas noticias para ti, no tengo ningún trabajo, ni siquiera voy a abrir este fin de semana...- MK se desinflo visiblemente, haciendo un puchero con tristeza. -...pero...- agregó, algo que hizo que él levantará la vista al instante para mirarla con ojos brillantes y atentos. -...conozco a alguien que está buscando manos extra. Abrió una cafetería que se volvió muy popular en poco tiempo y pidió ayuda amiga mientras contrata personal- sonrió. -Voy a trabajar allí este fin de semana y estoy seguro de que si le hablo, te dejara ir también-

-¡¿En serio?!- se emocionó cuando ella asintió. -¡Eso sería genial!-

-Bien, le hablaré...- tarareo. -...aunque, te lo advierto, el uniforme es horrible- lo miro, casi como si esperara que con esas palabras él decidiera retroceder.

-No puede ser tan malo- se encogió de hombros, demasiado aliviado por la idea de dinero extra como para pensar en las palabras ajenas.

Se estaba arrepintiendo.

-Esto es incómodo- murmuró para si mismo, sin gustarle para nada el uniforme. Consistía en un vestido negro demasiado corto para su gusto, con las mangas cortas y algo esponjadas, junto con un delantal blanco lleno de volados en los bordes encima y atado con un moño en la parte de atrás, sus medias blancas llegando por encima de sus rodillas y con zapatos negros lustrados. También tenía una gargantilla negra con un moño blanco alrededor de su cuello y una bincha con volados blancos en su cabello que le obligaron a tener suelto, ligeramente peinado hacia abajo. Se sentía extraño, el traje tenía un ligero relleno para hacer ilusión de que tenía pecho, el delantal apretado para acentuar su cintura y estaba seguro de que la falda se le subía con cada paso que daba.

-Te dije que lo era...- asintió Midori, vistiendo de igual manera, aunque creía que le quedaba mejor a ella porque tenía más curvas que él. MK hizo un puchero, agarrando el borde de la falta desde atrás y bajándola todo lo posible. -...pero todo sea por los dulces- sonrió, contenta, ya pudiendo saborear las cosas dulces que se iba a llevar a su casa después.

-¿Dulces?- ladeo la cabeza, curioso.

-Tu trabajas por dinero pero yo vengo por los dulces...- señaló hacia el mostrador donde se mostraban todos los dulces disponibles, desde pasteles y brownies hasta cupcakes y facturas. -...lo que queda al final del día es todo para mi, por eso acepte venir- rio alegremente, él haciendo un puchero. -No hagas esa cara, voy a compartir contigo-

-Gracias- MK sonrió ligeramente, bajando la falta una vez más juntos cuando la puerta se abrió, clientes entrando en esos momentos. Respiro profundo y se armo de valor, tenía que hacerlo, necesitaba el dinero. -¡Hola y bienvenidos!- se les acercó, sonriendo lo más grande posible y esforzándose para hacer movimientos delicados como le había señalado al principio.

Su primer día fue incómodo y torpe, llegando a casi tirar los pedidos por culpa de tropezar con sus propios pies pero la dueña del lugar, una mujer de aspecto amable, no le grito y solo pudo reírse suavemente ante sus tropiezos, llegando a darle un trozo especial de pastel de chocolate cuando su turno terminó como un incentivo de hacerlo mejor.

El segundo día fue un poco mejor, concentrándose para no tropezar y logran mantenerse tranquilo en su mayoría, logrando incluso obtener buenas propinas.

Su siguiente fin de semana fue mucho mejor, moviéndose con un poco más de soltura, logrando ignorar la incomodidad del extraño uniforme y mostrando una gran sonrisa, muchos más clientes que la vez anterior apareciendo para su sorpresa.

Y en su tercer fin de semana allí, un rostro familiar se apareció.

-¡Niño de los fideos!- se sobresalto ante la mano que rodeo repentinamente su muñeca, aunque se relajo un poco ante el apodo.

-Hola, Red Son- saludo con una sonrisa, intentando zafarse del agarre pero solo haciendo que fuera mas firme.

-¡¿Qué rayos haces aquí y vestido así, tu...?!- un golpe, firme y certero directo a su nuca lo interrumpió bruscamente, soltando al menor, quien retrocedió apenas pudo, sorprendido de ver a la dueña del lugar repentinamente frente suyo y enfrentando al pelirrojo. -¡¿Te atreves a golpearme, mortal?!- miro a la mujer con el ceño fruncido, la punta de su cabello volviéndose fuego.

-¿No sabes leer?- señaló hacia la pared, donde había un cartel con las palabras "No toques a los empleados" escritas en letras grandes y con una cara aterradora con el ceño fruncido. -Mantén tus manos fuera de mi personal o te echare a patadas, no me importa quien seas- hablo ella con seriedad, un tono frío que hizo temblar a quienes veían la escena en silencio. -¿Entendiste?- el demonio asintió, tenso. -Bien- ella se dio media vuelta para mirar a MK, quien estaba sorprendido como la expresión ajena cambiaba rápidamente por algo más amable y cariñoso mientras lo miraba. -¿Estas bien, cariño?- preguntó, preocupada.

-¡Estoy bien, señora~!- sonrió, asintiendo. -Gracias- porque esa mujer solo lo estaba protegiendo.

-No hay problema, corazón- ella le dio una suave palmada en la mejilla, él riendo ligeramente ante el gesto. -Si te causa muchos problemas, échalo- señaló hacia el tenso pelirrojo sentado.

-Si, señora- asintió nuevamente, viéndola alejarse para volver a su puesto tras el mostrador, aunque aún podía sentir que los vigilaba, atenta a cualquier problema. Le recordaba mucho a Pigsy al decir verdad, cuidando de él. -¡Bienvenido!- se volteo para ver al pelirrojo, dejando el menú sobre la mesa.

-¿Qué es lo que haces aquí, niño de los fideos?- lo miro con el ceño fruncido, brusco al preguntar pero manteniendo sus manos sobre la mesa, a la vista de la dueña.

-Trabajo aquí los fines de semana- se encogió de hombros. Trabajar allí no era ningún tipo de secreto pero ninguno de sus amigos había preguntado dónde trabajaba los fines de semana y él tampoco se los había dicho. -¿Tu que haces aquí, Red Son?- no pudo evitar sentir cierta curiosidad por su repentina presencia, en especial en una cafetería como esa.

-...pastel de frutilla...- murmuró después de unos segundos, bajando la visita para ver el menú.

-Oh...- parpadeo, esa no era la respuesta que esperaba. -Es delicioso, ¿verdad?- sonrió enormemente, los dulces de ese lugar en particular eran de los mejores que había probado, por eso tenía tanto éxito en tan poco tiempo. Se dio media vuelta para traer la orden de su amigo, sin notar como este sacaba torpemente su teléfono de entre su ropa, escribiendo frenéticamente y con el ceño fruncido, el pobre aparato volviéndose loco con los mensajes de entrada después de unos segundos.

~Monkie Kid~ 3️⃣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora