La última semana de clases pasó volando en una saeta de fuego. Los profesores intentaban dar sus últimas lecciones, pero la mente colectiva de la plantilla estudiantil fantaseaba ya con las tan esperadas vacaciones de semana santa, que era imposible enseñarles nada. Y así, después de cinco largos días donde las miradas de los alumnos se alejaban del pizarrón y se desviaban a los ventanales, buscando los jardines, el profesorado decidió no dejar tarea, y dejarlos ser jóvenes y libres durante las siguientes dos semanas.
Cuando menos cuenta se dieron, ya era primero de abril, y con la llegada de las vacaciones de pascua, el castillo entero se vació de estudiantes, quedando apenas un reducido grupo.
Eran tan pocos los estudiantes que solían quedarse en el castillo durante las diferentes festividades, y debido a que no había un horario de clases por cumplir, los profesores les permitían saltarse varias normas. Por ejemplo, el Gran Comedor estaba abierto casi todo el día, por si alguno de los estudiantes se levantaba tarde y necesitaba desayunar a medio día; también se les permitía dormir en las diferentes casas (siempre y cuando hubiera mínimo un estudiante de la casa para supervisar) y la más apreciada de todas, se les permitía vagabundear por los pasillos y jardines hasta media noche, siempre y cuando no hicieran demasiado ruido que pudiese despertar a los retratos o demás miembros del castillo.
Como en el grupo tenían miembros de las cuatro casas, los chicos decidieron que lo mejor que podían hacer era dormir todos juntos en un dormitorio diferente durante un par de días. Así, al final de la primera semana, los chicos habían ya conocido lo calientita que era la torre de Gryffindor, lo acogedora que era la madriguera de Hufflepuff, la hermosa vista que tenía la torre de Ravenclaw, y lo imponente que era la mazmorra de Slytherin.
-¡Feliz cumpleaños, Haruto! –dijeron los once muchachos a la media noche de del cinco de abril, mientras pataleaban para salir de las cobijas, brincaban fuera de la cama, y se apuraban a ponerse de pie, listos para tirársele encima y hacerlo bolita, sin importarles que la cama donde se había acostado el cumpleañero pudiese colapsar.
-¡Lo van a romper! –dijo Asahi entre risas, y sin embargo, eso no impidió que fuese el último en dejarse caer sobre la pila de chicos que empezaban a quejarse del peso y el dolor de ser aplastados por los demás.
La pila de cuerpos no duró mucho. Sofocado por el peso y el calor, Jihoon prontamente dio un par de patadas al aire, con lo que Dobby, Mashiho y Asahi salieron volando, provocando que los demás chicos igualmente se pusieran de pie, aunque eso sí, riendo a carcajadas.
Gracias a la amistad que tenía Mashiho con los elfos domésticos que trabajaban en las cocinas, pudieron disfrutar de un rico pastel de frutas y un montón de golosinas (las cuales fueron atacadas por Junghwan, quien se tomaba los snacks de media noche muy en serio), y debido al subidón de azúcar que estaban experimentando, no tuvieron problema en conversar, bromear y jugar durante horas.
Cuando finalmente el ataque de azúcar redimió, volvieron a tumbarse en las camas y, aprovechando que se encontraban en la torre de Ravenclaw, la cual contaba con grandes ventanales que les permitían ver el cielo estrellado, los chicos pasaron el resto de la noche contando historias fantasiosas sobre lo que harían al terminar el colegio.
A eso de las cuatro de la mañana, cuando el frío comenzó a colárseles por debajo de la piel, los chicos se apretujaron bajo las cobijas, y la animada conversación pasó a ser nada más que un susurro, claro indicio de que el sueño poco a poco los estaba venciendo.
-¿Se dan cuenta de que Hyunsuk será el primero de nosotros en cumplir todas estas fantasías? –dijo Junkyu, en un tono soñador que denotaba estaba más dormido que despierto.
-Vas a tener que escribirnos mucho, hyung –dijo Haruto, mientras Jihoon se acurrucaba a su lado, y se amoldaba para ponerse de cucharita-. Contarnos todo lo que hagas y lo que veas...
-Lo haré –dijo Hyunsuk con voz temblorosa. Y es que lo que lo esperaba fuera del colegio, si bien era emocionante, igualmente lo aterraba-. Les escribiré diario... -agregó en un susurro que nunca llegó a oídos de los ya dormidos chicos.
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A Treasure in Hogwarts
HumorCuando Junghwan y Jeongwoo llegaron a Hogwarts, no sabían nada del mundo mágico. Ahora les tocará acostumbrarse con ayuda de Mashiho, Yoshi, y Yedam, siempre amables y atentos, sobrevivir a las bromas de Jihoon, Doyoung y Junkyu, aprenderán a escuch...