LXXXI

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Se dedicaron a encantar las entradas a todas las habitaciones. Cada que alguien cruzase una puerta, se encontrarían con algo que les brincaría encima, les impediría el paso, o simplemente les arrancaría un buen susto. Se entretuvieron encantando un par de cosas al azar, igualmente listas para emitir algún sonido que les parase los pelos de punta, o los corretease un par de metros. No se olvidaron de preparar un par de ilusiones ópticas, haciéndolas pasar por el famoso diamante, para que cuando los chicos lo encontrasen, este se desapareciera en sus manos, o se convirtiese en algo pastoso y asqueroso.

Se apuraron en cumplir con los diez minutos que Doyoung les había indicado, y prácticamente corriendo escaleras arriba (una vez más, pasos amortiguados por la pesada capa de polvo y la gruesa alfombra raída) los cuatro chicos se reunieron en el ático, donde un frío indescriptible (no había ventanas y en invierno seguramente sí entraba la helada, así como la nieve, pero estaban en plena primavera y no había ni ráfagas de viento) flotaba en el ambiente.

-Primero piso cubierto –dijo Haruto. Le temblaban las piernas, y quería sentarse en una caja vieja, pero todo en el lugar le daba tanto miedo, que prefirió quedarse de pie, junto a Jeongwoo.

-Segundo piso también –anunció Junghwan, a quien parecía que todo aquello le resultaba emocionante, y se tomó aquella caja para sí, sentándose tranquila y cómodamente-. Debimos haber traído algo para comer mientras esperamos –añadió, mientras se rascaba la pancita, recordando el almuerzo que seguramente se estaría sirviendo en el Gran Comedor, en un par de horas.

-No vamos a tener mucho tiempo para pensar en eso –dijo Dobby, mientras sacaba su varita, y apuntaba al rostro de Haruto, quien inmediatamente dio un respingo y no pudo evitar sujetarse de Jeongwoo con firmeza-. Vamos a estar algo ocupados asustando a los demás.

-¿Vamos a patrullar? –preguntó Jeongwoo.

-Pues claro –dijo Dobby, mientras se preguntaba si finalmente podría cambiar el color de cabello de Haruto en un solo intento-. ¿O querías limitarte a sentarte y esperar?

Jeongwoo prefirió no responder que eso era exactamente lo que esperaba que ocurriese.

Al final, las modificaciones mágicas que Doyoung (con ayuda de Haruto) hicieron en sí mismos y los novatos, no fueron tan complejas. Las transformaciones en sí no fueron humanas: se limitaron a alterar su ropa para dar el efecto de que estaba vieja y rasgada, y se limitaron a castear ilusiones ópticas para fingir que ahora tenían pústulas en la piel, manchas verdosas y largos cabellos que arrastraban hasta el piso. Gracias a ello (todo obra de la brillante mente de Yoshi, y los libros de hechizos de Jaehyuk), las alteraciones no pondrían en riesgo sus propios cuerpos en caso de que los hechizos salieran mal, y lo mejor de todo era que las ilusiones ópticas se desvanecerían en un par de horas.

Los cambios más significativos los sufrieron Junghwan y Haruto: mientras que el primero contaba ahora con una vocesota gruesa que retumbaba gravemente, la voz de Haruto se había convertido en un chillido agudo que, de haber ventanas en aquella habitación, se encontrarían ya todas rotas.

-Nos separaremos nuevamente, para asustarlos –dijo Dobby, quien se había colocado unos pupilentes blancos, y ahora parecía que no tenía pupilas-. Limítense a esconderse para lanzar un par de hechizos extra, y en caso de que los chicos los descubran, intenten igual asustarlos.

-¿Dónde dejaste el diamante, Junghwan? –preguntó Jeongwoo, quien se había cubierto con sangre falsa (en realidad era mermelada de fresa recién robada aquella mañana de las cocinas del colegio) todo el rostro y brazos-. Lo mejor será que lo dejemos acá arriba. Así tendrán que recorrer toda la casa para poder llegar a él.

Junghwan se apuró a sacarse el diamante del bolsillo, y tras ponerse en pie, lo dejó en aquella caja donde se había sentado con anterioridad.

-Todo listo –dijo el menor de los chicos. Estaba por decir algo más, cuando escucharon un ruido en los pisos inferiores-. Parece ser que ya empezamos –dijo en un susurro-. Me pregunto quienes serán.

-Necesitamos unos segundos de ventaja –susurró Dobby de vuelta, acercándose a la puerta, donde un nuevo ruido lo recibió escaleras abajo-. Están en movimiento...

-Haruto –dijo Jeongwoo, uniéndose a los susurros-. ¿Puedes gritar?

El Gryffindor así lo hizo. Un grito agudo que por un instante les congeló la sangre y los músculos.

 Un grito agudo que por un instante les congeló la sangre y los músculos

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Good niiiiiiiight~ dice el Ruto.

A Treasure in HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora