Junkyu había fingido que se encontraba fungiendo con sus responsabilidades de prefecto, cuando aquella mañana acompañó a los novatos por los jardines del colegio, y de regreso al castillo. Se suponía que llevaría a Junghwan y Haruto de vuelta a la sala común de Gryffindor (y posteriormente haría lo mismo con Doyoung y Jeongwoo a las salas de Slytherin y Ravenclaw respectivamente), pero en realidad, lo que el quinteto estaba planeando, era la graciosa huida por aquel pasadizo que Jihoon les había explicado la noche anterior.
Fingieron que le daban la vuelta al campo de quidditch, mientras conversaban sobre los partidos ocurridos de aquel año, así como los dos enfrentamientos aún pendientes, y sus apuestas para la final, y en vez de girar a la izquierda para regresar al castillo, se encaminaron hacia la derecha, pegaditos a los límites del bosque prohibido, donde se las ingeniaron para llegar al claro donde descansaba solitariamente el Sauce Boxeador.
Como si supiese que había alguien que no se suponía debía estar allí, varias ramas del imponente árbol se agitaron en el aire, con lo que Haruto y Jeongwoo se encogieron, víctimas de un escalofrío.
-¿Y cómo vamos a entrar allí? –preguntó Junghwan, quien ya se encontraba examinando las raíces del árbol, y había encontrado el agujero por donde se suponía debían meterse.
-Para eso estoy yo aquí –dijo Junkyu, hinchando el pecho con orgullo. Se sacó la varita del bolsillo del pantalón, y la agitó en el aire-. ¡Wingardium leviosa! –exclamó alegremente, con lo que una rama seca que había en el suelo se levantó, y comandada por la varita del león, presionó aquel nudo en el tronco del árbol.
Al instante, el sauce se detuvo en seco, como si se hubiese congelado. Con un veloz asentimiento, los menores se apuraron a dejarse caer en aquel agüero, y así, diez segundos después, Junkyu deshizo su encantamiento, y anunció al aire:
-Regresaré por ustedes en la tarde –con lo que finalmente emprendió la carrera de regreso al castillo, y a la fila de Gryffindor para poder salir aquel fin de semana a divertirse en el pueblo.
Por su parte, los cuatro menores emprendieron aquella caminata de diez minutos (bastante incómoda pues el techo del túnel secreto era considerablemente bajo y tenían que caminar agachados) hasta finalmente chocar con una puerta de madera vieja.
-Llegamos –anunció Doyoung, quien era el que iba a la cabeza, y tras empujar la puerta, se encontraron a sí mismos debajo de aquellas escaleras, en lo que parecía ser el recibidor de la Casa de los Gritos.
El lugar era tétrico por sí mismo. No necesitaba mobiliario gótico ni velas encendidas, ni cráneos de animales exóticos (o quizá de humanos) o manchas de sangre para dar miedo. La verdad era que se trataba de una simple casa vieja y olvidada, con cosas rotas y polvo por todas partes, pero cuyo ambiente se sentía tan pesado que no podían evitar tener aquel presentimiento de que algo sobrenatural podría pasar en cualquier instante. La casa, por sí sola, imponía aquel respeto de tratar todo con cuidado, o algo malo podría ocurrir.
-Bien –dijo Doyoung, frotándose las manos, para calmar su ansiedad-. Ya estamos aquí. ¿Recuerdan todos el plan?
Los tres chicos asintieron.
-Necesitamos apurarnos y colocar un par de trampas –dijo Junghwan, a lo que Haruto ahogó un grito.
-¿Y separarnos?
-¿Les parece que tú y Jeongwoo vayan juntos? –preguntó Dobby, con lo que el Ravenclaw se apuró a asentir-. Muy bien –dijo el Slytherin, con lo que los cuatro se sacaron las varitas-. Ustedes dos cubrirán el primer piso. Junghwan se encargará del segundo, y yo haré lo mío en el ático. Tienen diez minutos –dijo mientras consultaba su reloj-. Diviértanse con los hechizos que nos han enseñado. Cuando terminen, nos reuniremos en el ático, y desde ahí continuaremos con la fase dos.
Bebés traviesos~~
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A Treasure in Hogwarts
HumorCuando Junghwan y Jeongwoo llegaron a Hogwarts, no sabían nada del mundo mágico. Ahora les tocará acostumbrarse con ayuda de Mashiho, Yoshi, y Yedam, siempre amables y atentos, sobrevivir a las bromas de Jihoon, Doyoung y Junkyu, aprenderán a escuch...