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La jornada se desarrolla con la suficiente rapidez para impedirle pensar adecuadamente en lo que va a decir o plantear de cara al asunto que aún sigue sin ser resulto. Aunque su cabeza se debate entre sobrellevar las ocupaciones restantes de la rutina académica y construir una solución medianamente viable para hacer frente al tema de Namjoon, Jin es capaz de sortear el dilema, ocuparse de lo primero y aferrarse al presente.

La novedad de anteponer aquellos asuntos que pertenecen al ahora le resulta agridulce, particularmente por el insondable contraste que hay entre lo que está haciendo y aquello que hubiera hecho en el pasado, como anticipar excesivamente los escenarios y las futuras conversaciones. En el fondo, el chico sabe que la principal razón tras la prioridad que ha relegado el imperativo de absoluto control se encuentra vinculada a eso que no conoció ni recibió hasta que Namjoon llegó a su vida: seguridad.

Seguridad de que sin importar qué tan mal parezcan ir las cosas o que tanto le siga preocupando el dinamismo propio de las relaciones de cualquier índole, incluyendo la suya, Jin sabe que ellos van a estar bien al final del día, en la mañana del día siguiente o del siguiente...

Incluso si Namjoon es un hombre al que todavía le falta gestionar de manera diligente aquello que convoca su arista más susceptible, y Jin aún debe trabajar en la necesidad de comunicar y validar lo que siente.

Encontrarse a sí mismo pensando con serenidad frente a una situación que en otras oportunidades hubiese representado un verdadero suplicio es una gran hazaña, pero el chico no repara demasiado en ello ahora que la jornada estudiantil ha terminado y debe seguir ocupándose de las labores domésticas que le esperan en el apartamento.

Una vez allí, y valiéndose de la limitada luminosidad que le brinda el cielo de la tarde, el omega se las arregla para ordenar el área frente al ventanal, recoger algunos libros que el alfa dejó y acomodarlos en las respectivas estanterías. El cansancio mental no ha deteriorado su estado físico, así que es ágil mientras se mueve por el apartamento para cargar la lavadora con la ropa sucia de colores claros que apartó cuidadosamente la noche anterior y recoger la pila de papeles relacionados con trámites de la universidad que olvidó en el sofá en algún punto de la semana.

En el camino a la realización de las tareas concernientes a su caos, él sigue tropezándose con el propio desorden de Namjoon, así que de igual modo se ocupa de ello sin problema alguno, consciente de que facilitar la responsabilidad que el hombre posee con respecto al espacio, y a través de pequeños gestos, es también una manera de expresar eso que encuentra limitado con otros lenguajes.

Cuando la ciudad se convierte en una oscura y uniforme inmensidad de puntadas luminosas mayoritariamente estáticas, el chico decide que el tiempo de ser productivo ha llegado a su fin. Satisfecho con los visibles resultados que han transformado el pequeño desbalance, se dirige a la habitación y más tarde, al baño que nunca ocupa por ser el de uso continuo del hombre, tomar una ducha allí y librarse del sudor acumulado.

Pese a que Jin sabe que podría utilizar su propio cuarto de baño, aquel que se encuentra en la habitación que solía usar en su primer tiempo de estadía, no hay nadie que lo interpele por ello y le impida usar el shampoo con olor frutal de Namjoon. Tampoco es como si la presencia del hombre representara un obstáculo para utilizar su espacio y pertenencias, pero la nimiedad de hacerlo en secreto lo convierte en algo placentero.

Su cuerpo se relaja ante el contacto inmediato del agua caliente, propiciando un efecto que le resulta casi mágico, pues le brinda la posibilidad de arrastrar hasta el desagüe la pesadez del día. El apaciguador sonido de la lluvia artificial impactando su cuerpo le permite ignorar el ruido propio de preocupación y situar el presente, aquel en donde la ducha es todo lo que le importa, al menos durante 20 minutos.

El amor es el silencio más fino - Namjin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora