XLII

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Desde temprana edad, Jin aprendió que cuidar de su apariencia era algo importante. 

En un afán comprensivo por darle motivos a su madre para que estuviera orgullosa de él, el omega se esforzó por lucir estético y agradable ante la vista. A pesar de que creció recibiendo comentarios sobre lo tersa y limpia que era su piel; la delicadeza de sus rasgos faciales; lo bonita que era su boca y la envidia que suscitaba sus proporciones corporales, nunca fue suficiente. 

Nunca para él. Nunca para su familia. Nunca para su madre.

En el fondo, el chico siempre quiso que los comentarios saliesen de personas específicas, porque nunca pudo deshacerse del anhelo en torno a las palabras de afirmación hacia él. Sobre su aspecto, sobre sus notas sobresalientes, sobre su comportamiento ejemplar, sobre su carácter noble y tranquilo. 

Sobre cualquier cosa medianamente positiva, aceptable. 

Ahora, frente al espejo, Jin se pregunta si no está deseando lo mismo en medio del tiempo innecesario que ha dedicado a su apariencia. Es diferente, ligeramente. Incluso si a Jin no le parecen suficientes lo esfuerzos que ha hecho por acentuar pequeños elementos de su imagen, él espera que la percepción ajena se incline a su favor.

También es distinto de otro modo, uno que parece ser mucho más positivo desde su lado, desde su propio juicio. El reflejo que le devuelve el espejo es satisfactorio en una medida que no está atada a lo físico propiamente. Al omega le gusta algo de lo que observa allí, le gusta la manera en que la ilusión parece haberse tomado su cuerpo. Le resulta extraño y atemorizante, pero no puede hacer nada por borrar el lenguaje corporal delator. 

No quiere hacerlo tampoco.

La esperanza que lo atraviesa y que lo lleva a construir escenarios, que desde su punto de vista carecen de racionalidad y coherencia, lo han convertido en un manojo de promesas y deseos que nunca han ido más allá de su mente. 

El chico arregla por última vez los mechones rebeldes que se desacomodan siempre que tienen oportunidad y se despide de su propio reflejo con una sonrisa tímida que no tiene intenciones de desaparecer ni siquiera cuando arriba la facultad.

Quiere convencerse de que no se ha transformado de la noche a la mañana. 

Tal vez siempre estuvo allí, incluso antes de pudiese tramitarlo de un modo más explícito. 

Jin aún quiere mantener la compostura, asumir ideas racionales frente al asunto, pero las riendas parecen haber comenzado a ser manejadas por una arista de sí mismo que mantuvo relegada por mucho tiempo. Planear y controlar nunca le ha traído buenas cosas, así que el castaño espera que hacer lo que siente le depare mejores resultados. 

Eso espera. 

Pese a que es mucho más temprano de lo acordado, el chico no pierde el tiempo cuando saca las llaves de la oficina del señor Jung para entrar al espacio y comenzar a calificar el primer trabajo del curso intersemestral. Hay varias hojas encima del escritorio esperando ser leídas por él, pero Jin se toma un tiempo prudente revisando a profundidad cada uno de los textos y  dedicando algunos minutos extra para hacer una rápida lectura de su retroalimentación.

El sol está haciendo de las suyas cuando el omega le echa una mirada rápida a la zona del campus que se ve desde la ventana de la oficina. El deseo de quedarse bajo los rayos para recibir algo de calor se asienta en su mente. 

Jin no recuerda cuando fue la última vez que tomó algo de sol por más de cinco minutos.

El golpe suave en la puerta lo tiene apartando los ojos de la vista para centrarlos en la superficie de madera cerrada. Faltan más de hora y media para que la sesión comience, pero no puede descartar la presencia de alguno de los asistentes en un horario diferente. 

El amor es el silencio más fino - Namjin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora