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Jin no ha tenido una semana fácil. El chico luce mucho más ojeroso y cansado cuando observa su reflejo en el espejo. No es para más.

A los exhaustivos turnos en la cafetería, su trabajo como monitor del señor Jung y su carga académica, se ha sumado su presencia en la oficina del señor Kim, durante horarios que el mismo hombre acordó.

El omega ahora sabe por qué el otro solicitó su horario impreso.

Su trabajo ha variado, desde clasificar documentos hasta leer trabajos escritos de otras clases del alfa y hacer comentarios sobre coherencia, redacción, ortografía y demás. En el fondo, Jin es consciente de que le está facilitando el trabajo al otro, pero se niega a replicar porque él obtiene también algo de ello.

Los lunes han sido un caos, un verdadero caos. El chico ha tenido que negociar el salir más temprano de su turno en la mañana con su jefe para poder llegar a tiempo a la clase del señor Kim. Claro, eso a cambio de una hora más en el turno de la noche del mismo día.

Por eso Jin no la está pasando bien y está lejos de sentirse del mismo modo.

Su reflejo le devuelve los círculos cansados bajo sus ojos, demándandole que haga algo al respecto lo más pronto posible. Le gustaría poderse conformar con su imagen actual, pero la culpa interna lo orilla a buscar el angosto correctos que reposa en el estante del baño y esparcir algo del producto sobre la delgada piel que está bajo la línea de sus pestañas inferiores. 

El maquillaje es lo único que tiene en momentos como estos, en donde un poco de tinta labial y corrector ya no lo hacen lucir como un muerto, como la persona agotada que ha sido en los últimos días. 

El baño aún está húmedo y hay pequeñas gotitas resbalando por el espejo. Jin se queda observándolas en silencio, dedicando algo de tiempo para tranquilizarse con la simpleza de la vista. Lo siguiente que debe hacer es colocarse algo de ropa, así que aprovecha para darle un pequeño vistazo a la ciudad a través de la ventana de la habitación y hacerse una idea de lo que debería vestir.

Jin está feliz de que haga frío afuera. Es una excusa perfecta, la mejor de todas.

Entonces el chico no puede evitarlo, incluso si siempre trata de desviar sus ojos.  Las mañanas ajetreadas le han permitido hacer caso omiso a su existencia, pero no es algo de lo que pueda deshacerse tan fácil. Incluso si el espejo es demasiado pequeño para ver algo más que su cara, Jin aún se está empinando un poco en contra de su deseo.

El nudo de garganta y la sensación de agobio lo invade. Hay un rumor casi silencioso que se forma en su pecho, un lamento triste y lastimero que lo contagia rápidamente. Sus ojos se enlagunan sin esfuerzo, viajan a través del reflejo hasta su cara maquillada y cansada, pero van mucho más allá de ella. Se posan sobre su cuello y luego más abajo, sobre la unión con su hombro y más arriba de sus clavículas.

Las manchas purpúreas y notorias lo hunden de nuevo en la miseria constante que representa el pertenecer al cuerpo de un omega marcado, malditamente marcado. A Jin le gustaría poder vivir con ello de manera más amable. Incluso si siempre cubre las manchas de lo que alguna vez fue una mordida, al chico le gustaría poder deshacer la evidencia física de lo que algún día fue con otro. Anhela poder borrar junto a la evidencia física, el fracaso de algo que floreció y que lo hizo sentir vivo, pero que lo tuvo también bordeando la muerte con insistencia y dolor.

No quiere arruinar el maquillaje, así que toma algo de papel sanitario para limpiar las lágrimas que han comenzado a salir de sus ojos con suficiente delicadeza. Corre lejos del espejo, del reflejo que lo agobia y que lo hace sentir insuficiente, indeseable, utilizado. Jin toma del closet uno de los tantos suéteres de cuello tortuga, sin prestar demasiada atención al color.

El amor es el silencio más fino - Namjin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora