LII

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La casa del matrimonio es lo suficientemente acogedora como para hacerle olvidar, de manera momentánea, el motivo de su presencia allí. La suavidad de los sillones de la sala hace del lugar un sitio cómodo, impregnado de olores que le resultan familiares gracias a la costumbre. Jin podría dormir en el sofá en donde está, recoger sus piernas levemente y tener una siesta en medio de la sala del matrimonio, pero la taza con chocolate caliente entre sus manos se lo impide. Eso y que los dos anfitriones también están allí, viendo televisión a su lado y haciendo el ambiente mucho más ameno.

—Se va a enfriar si no lo tomas rápido —susurra el omega mayor.

Tiene razón. Él debe apurarse y acabar la bebida, pero se queda callado ante la sugerencia del hombre. Así es como han funcionado las cosas entre ellos desde que el chico llamó al señor Jung para que le dejara quedar un tiempo en su casa. Pese a que el otro sabe qué sucedió, el chico no quiere hablar más de ello. El hombre conoce lo pertinente y cree que es suficiente con ello.

De ese modo, se conforma con darle una sonrisa amable, aunque esta no lo hace sentir feliz. Sus pensamientos vuelven a sumirlo en lo mismo, en el tema latente al que aún no quiere hacerle frente. Aunque sus ojos están fijos en la pantalla y observan la escena de la película, Jin nunca ha estado allí. Tampoco entiendo los chistes internos del matrimonio ni sus comentarios sobre las escenas proyectadas.

Sus dinámicas de relación parecen bastante simples, pero el omega no puede evitar envidiar la complicidad que parece atravesarlos todo el tiempo, junto con la intimidad estrecha en donde solo hay espacio para los dos.

A pesar de la clara evasión del asunto primordial, el chico todavía es consciente de que debe volver. El apartamento del alfa sigue albergando sus pertenencias, pero, sobre todo, la razón de su afecto. La incertidumbre del panorama entre ambos lo hace sentir inseguro, extraño sobre lo que sucederá. Jin no sabe de qué modo eso puede transformar su vínculo con el otro y ahondar en futuros escenarios no lo hace sentir mejor, especialmente cuando el pesimismo lo acecha en cada uno.

Bajo su pecho y a través de rumores notoriamente espesos, está su agitado y ansioso instinto, que encaja de manera exacta con cada una de sus emociones y sentimientos. Son todo uno, se amalgaman a pesar de la tristeza y se aceptan de manera uniforme, sin dar cabida a la discordia. Luego de ello, de manera más silenciosa, pero no desapercibida, está el ajeno.

Cuando se concentra lo suficiente, y se permite dejar de lado los sonidos de la pantalla y las discusiones sin sentido del matrimonio, lo halla. Está allí: inmerso en el abatimiento, y en algo que se asemeja mucho a la angustia. Jin desconoce la causa de su estado, pero se esfuerza en ignorarle para seguir el consejo del señor Jung y tomar un trago del chocolate caliente.

Es todo lo que sabe del otro. Eso y la larga lista de llamadas perdidas que Namjoon ha dejado en su celular.

Son las 6:00 de la tarde para cuando se percata del tiempo que ha pasado allí, en un espacio que no le pertenece y en donde seguramente ha trastocado dinámicas ajenas. El omega se queda contemplando la taza entre sus manos y los rezagos de la bebida caliente que tomó hace más de una hora. La ausencia de afán y el vacío del objeto le devuelven la calma perdida y lo animan a anunciar su despedida.

—Creo que debo volver.

La mirada del alfa de cabello negro es la primera en hallarlo. Jin tiene miedo de encontrar desaprobación, pero el hombre acoge su decisión con la amabilidad que lo ha caracterizado desde siempre. Su esposo luce mucho más expresivo cuando asiente con la cabeza y una sonrisa se dibuja en sus labios.

—Volveremos entonces.

—Volveremos entonces

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El amor es el silencio más fino - Namjin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora