XXIII

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Aunque el tiempo ha transcurrido de manera lenta, ha sido agradable. Ellos han logrado calificar y corregir la mayor parte de los trabajos en medio de conversaciones ajenas y tazas de café, sin embargo algo no marcha bien. Jin puede sentirlo. A pesar de la comodidad, de la calidez de la oficina y del omega mayor, hay una sensación dolorosa asentándose en algún lugar del cuerpo.

Jin no sabe cómo describirla ni tampoco cómo localizarla. La percibe como un mal presentimiento, pero en el fondo, no parece demasiado convencido de que sea eso realmente. No es el único que se da cuenta. El hombre frente a él es lo suficientemente astuto y detallista para reconocer que está sucede algo, sobre todo porque la palidez del chico y su repentino ceño fruncido lo pone en alerta.

—¿Sucede algo? —pregunta de manera cautelosa, buscando no incomodar al otro. Sin embargo, el gesto de confusión en el rostro del castaño, le hace presentir que ni el mismo lo sabe—. ¿Jin?

El reloj digital del escritorio marca las 6:30 de la tarde y la respuesta que nunca sale de los labios del chico, lo hace sentir ansioso, a la espera.

—Sí —responde asintiendo con la cabeza—, estoy un poco cansado, pero es todo.

La sonrisa forzada en sus labios es el mejor indicativo que el pelirrosa tiene para detener la actividad.

—Está bien por ahora —dice el omega mayor—. Creo que podemos dejarlo aquí. Yo también estoy algo cansado.

—No se preocupe, señor Jung —niega con la cabeza de nuevo. El gesto es mucho más débil, al igual que su mirada, que luce perdida—. Puedo continuar en casa por mi cuenta.

Hoseok no parece estar de acuerdo con la propuesta, no cuando el chico luce a punto de desfallecer, colapsar, no lo sabe. La preocupación hace que el olor a fresas se intensifique, especialmente cuando el castaño está recostándose de manera extraña en el espaldar del asiento, con los ojos cerrados en un gesto doloroso. No lo piensa demasiado antes de ponerse de pie e ir hasta él.

—Jin. —Lo llama preocupado—. Jin, responde.

Su tono de voz es mucho más elevado y demandante. No responde. El hombre se permite entonces trascender los límites del vínculo cuando posa su mano sobre la frente del chico, que parece al filo de la inconsciencia, y se percata de lo elevada que está su temperatura. No necesita ningún termómetro para saberlo.

Se altera cuando no responde al segundo llamado ni al tercero, mucho menos al cuarto. Su mano ejerce mucha más presión sobre el chico cuando le da una palmadita en la mejilla para obligarlo a levantarse, a moverse, a hablar, a hacer alguna maldita cosa que le permita corroborar su estado, pero eso no ocurre. Hoseok respira profundo antes de tomar su celular y llamar a Yoongi.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —pregunta el alfa desde el otro lado de la línea, con un tono de voz preocupado. Lo ha sentido—. ¿Estás en la oficina? Voy en seguida.

La llamada termina sin una palabra más y el omega sigue con sus manos sobre el chico, intentado que despierte o que reaccione. Luce mucho más pálido que antes, pero eso no es lo que más le preocupa. El hombre puede percatarse de que su respiración se está haciendo mucho más acelerada en medio de la inconsciencia.

Los pasos en el pasillo se hacen más fuertes antes de que alguien esté llamando a la puerta, para luego abrirla sin recibir consentimiento alguno.

—¿Estás bien? —pregunta el pelinegro, acercándose a Hoseok con un gesto preocupado. Su mirada viaja en un chequeo rápido por el hombre, sin hallar nada de lo que angustiarse.

—Sí —asiente ligeramente confundido por la atención innecesaria sobre él, aunque en el fondo adora la preocupación del hombre. No puede simplemente echarle la culpa por actuar como cualquier alfa haría con su omega—. Es Jin.

El amor es el silencio más fino - Namjin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora