LVII

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Todavía sigue lloviendo y no sabe cuánto tiempo ha permanecido allí; apoyado de espaldas contra el lavabo, desnudo y absorto en cavilaciones. Bajo sus pies, un charco de agua conformado por constantes gotas de agua ha comenzado a adquirir sentido ante sus ojos, que se ensimisman en lo absurdo del hecho y le permite evadir lo que acaba de hacer, fingir que el instante se ha reducido a la modesta laguna que lo observa desde abajo.

No puede quedarse en ese lugar ni dejarse abstraer por algo como eso. Simplemente no puede.

Aún debe salir del cuarto de baño, dormir en alguna parte y esperar el día siguiente... Por mucho que lo evite, todavía debe ver al hombre que ha de estar dormido y seguramente no se ha percatado de su ausencia.

Jin tiene demasiadas cosas en la cabeza ahora que el suelo sobre el que está parado parece agrietarse, como si quisiera absorberlo hasta hacerle desaparecer. La realidad de sus pensamientos es distorsionada, se caracteriza por la magnitud errónea que él mismo le ha impreso, que se encargó de erigir a través de experiencias a las que, sin querer, todavía se sujeta. Es consciente de que sobre razonarlo está lejos de hacerle bien, más eso no le impide inquietarse con exceso dañino y discurrir en torno a las mismas inseguridades.

Pese a que su cabello aún gotea sobre sus hombros, el agua que lo moja no se asemeja en temperatura a aquella con la que se duchó hace algunos minutos. La quietud en la que ha permanecido desde entonces lo obliga a encogerse y abrazarse a sí mismo, como si con ello pudiese recuperar el calor perdido, ese del que carece ahora que no hay un cuerpo junto al suyo que lo salve de sus propias tempestades.

Él pudo quedarse en la cama, incluso con la incertidumbre del paso siguiente. Hubiera sido mejor que abandonarla y torturarse de manera innecesaria. Reconocer la importancia de situarse en el presente no impide que lo sobrevengan las dolorosas reminiscencias y con ellas, los fatídicos escenarios futuros que podrían tener lugar. La presencia de ambos extremos lo confunden, consiguen persuadirlo por instantes y nublan su capacidad de agencia hasta la inmovilidad.

La lucha interna se prolonga cuando se obliga a salir del cuarto de baño para ponerse ropa interior limpia. Aunque su cabeza sigue siendo un amasijo hecho de trampas y temores, Jin toma una decisión desde el afecto, pero, sobre todo, desde la justicia que merece su corazón. La duda todavía persiste, claro que lo hace, sin embargo, no es suficiente para impedirle el paso al arrepentimiento de estar allí, haciendo algo que no lo hace sentir bien. El deseo, cuyo objeto es él mismo, lo sacude de pies a cabeza y lo impulsa a salir, en dirección a la habitación que abandonó hace algunos minutos.

El murmullo bajo su pecho hace presencia para alentarlo a sentir sin pensar demasiado en lo que eso implique, y tomar la manija entre su mano. Sus dedos se cierran en torno al frío metal, pero antes de que pueda siquiera girarlo, alguien más lo hace por él y los ojos del alfa lo encuentran del otro lado de la puerta.

─¿Qué sucede? ¿Estás bien?

Entonces la superficie fisurada por la que estuvo tambaleando los últimos minutos perece y en su lugar, la realidad bajo sus pies se torna sólida y lo empuja hacia arriba, con la fuerza que necesita para escabullirse del auto sabotaje. Cuando Namjoon lo mira, sin tener intenciones de dejar de hacerlo, Jin finalmente consigue el equilibrio. Reconoce la familiaridad del terreno que pisa y con ella, la estabilidad. La mirada del alfa es una prueba de que ha ganado, porque la preocupación que expresan sus ojos pertenece a alguien que está lejos de no quererle.

Sus manos viajan hasta encontrar el cuerpo ajeno y el calor retorna una vez sus brazos lo rodean con tal contundencia, que hace del hecho la mejor de las verdades. El alfa aún huele a ellos, pero su aroma es mucho más que la combinación de instinto y feromonas. Simboliza, ante todo, la prioridad de lo construido sobre lo destinado.

El amor es el silencio más fino - Namjin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora