VIII

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Jin sería mentiroso si dijera que no está nervioso. El chico tiene que revisar su olor corporal con disimulo en repetidas ocasiones, porque teme que las pastillas no sean los suficientemente efectivas. Incluso si él sabe que lo son, no puede evitar estar paranoico al respecto.

Así que cuando acaba la clase, el omega sale del salón tan pronto como puede y corre hasta el baño para asegurar que su aspecto sea decente. Es lo único que logra darle algo de seguridad en medio de la ansiedad. Jin arregla su cabello, procurando que su el cuello tortuga de su suéter mostaza cubra la suficiente piel mientras se da ánimo en silencio.

Cuando logra salir, la figura alta e imponente del señor Kim hace presencia en el pasillo. Jin lo sigue de lejos, con su mirada clavada en el hombre y en el estudiante que conversa con él. Ellos se dirigen a la oficina del alfa, pero cuando están a metros de llegar, el joven se despide y el rubio avanza hasta la puerta para sacar unas llaves de su bolsillo y entrar.

Hay personas cruzando por el pasillo. Algunas con afán, otras con tranquilidad. A Jin le gustaría no estar en su posición, pero el peso de las hojas impresas que representan su trabajo mejorado, lo hacen sentir agobiado, como si fuese un deber que no le corresponde.

Sus pasos son inquietos cuando avanza hasta la puerta para inhalar aire y golpear suavemente la firme superficie. Su memoria olfativa le juega una mala pasada, porque incluso sin estar en la oficina, Jin puede sentir el aroma amaderado del otro, del anís y los clavos de olor invadiendo sus fosas nasales.

No sucede nada, así que decide tocar una segunda vez, demasiado consciente de que su presencia no figura dentro del horario de atención del alfa. Sin embargo, luego de la segunda vez, Jin golpea una tercera y luego una cuarta. A punto de arrepentirse, la voz grave del hombre se escucha a través del espacio con un claro y seguro "Adelante", que lo hace sentir inseguro de nuevo, como al principio.

El olor lo golpea más que la primera vez. Sus pasos son tímidos a través de la alfombra cuando consigue cerrar la puerta con él adentro. Avanza hasta el escritorio, en donde el señor Kim digita con rapidez y concentración en su laptop. Es una suerte que el hombre aún no lo haya mirado.

—No es horario de atención — murmura seriamente, sus ojos viajando sobre la pantalla del aparato.

—Lo sé, señor Kim —responde con un tono de voz mucho más bajo del usual.

Entonces los ojos almendrados y fríos del otro se elevan por encima de sus lentes para observarlo. El escalofrío que atraviesa el cuerpo del omega, lo deja petrificado en su posición, mientras el alfa lo mira como si estuviese al borde de gritarle que se vaya. No sucede. Nunca lo grita, pero Jin hubiera preferido ello al silencio que reina en la instancia.

—Hoy llegó temprano — menciona el alfa. No hay expresión alguna en su cara. Él claramente se está refiriendo a su presencia en la clase.

—Sí, señor.

—¿Qué hace aquí entonces? —cuestiona, pero no hay interés en su voz ni en su lenguaje corporal. Nada. Luce como una completa estatua, inerte de emociones, sentimientos.

—Reciba mi trabajo, señor. Por favor —dice Jin rápidamente. Su garganta se seca cuando acaba de expresar su petición. No hay marcha atrás. Lo ha dicho y es todo.

Los segundos siguientes son tortuosos, terriblemente cargados de ansiedad. El hombre rubio lo observa con los lentes ligeramente caídos sobre la zona del tabique y con su boca en una línea. Lo mira fijamente, de manera intensa y profunda. Jin quiere salir corriendo, pero los nervios lo han dejado estático sobre el suelo alfombrado, frente al escritorio del otro.

—Tome asiento —dice  y el aire llega de nuevo a los pulmones del chico cuando el silencio se rompe en medio de la oficina. Así que obedece sin rechistar y se sienta sobre el cómodo mueble.

El amor es el silencio más fino - Namjin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora