Capítulo 19: Porque me gustas, bomba sexy.

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Cody

El Empire State es la punta de la elegancia para los neoyorquinos. Grandes oficinas de un rascacielos con vistas a bonitos atardeceres desde la quinta avenida. Admirado por todos.

Eso es una gran farsa para mí. Lo único que he podido observar desde que tengo memoria en este lugar son mis humillaciones, y lágrimas. Nunca me marchó en paz ni con una sonrisa, así que, el Empire State es un símbolo de temor para mí. Eso es lo único que ha causado en mí está edificación.

Vuelvo a lanzar otra mirada por la puerta de vidrio, dónde, resplandece un nombre y un cargo que podría aterrorizar a todo Manhattan con solo mencionarlo en los juzgados. 

Dyrus MacQuoid. Socio Director.

Recuerdo su voz retumbante cuándo tenía diez años y vine por primera vez a este edificio. Dejo su mano sobre mi hombro y me gruñó: «Solo los ganadores tienen su nombre en la maldita entrada».

Claro que sí, por eso, su nombre era el primero de la firma. Por eso, era y aún es MacQuoid Wheeler. 

Las personas dicen que Dyrus es la parca; eso se debe a que siempre asiste con un traje negro en sus pocos juicios. 

Una vez le pregunté porque pasaba de los tribunales, entonces, me dijo que solo los idiotas llegaban allí sin antes encontrar más de una solución.

Él dijo: «Si tienes una puta hacha queriendo tu cuello, ¿sabes lo que haces?». Recuerdo haber negado, y me gane un suspiro de decepción y un puñete en mi brazo. 

«Encuentras trescientas ochenta y seis soluciones para evitar tu decapitación, jodida mierda».

Él cree que ir a juicio es la solución trescientos ochenta y seis. Además, nunca ha perdido ningún caso, y por eso, también, ha recibido el logro de ser el mejor abogado conciliador de Manhattan. 

Mi pierna derecha se mueve con impaciencia, en tanto, suelto un suspiro tortuoso y reparo mi mirada sobre la oficina. 

Hay un porta-retrato de mi madre que ocupa gran parte del escritorio. 

Trago saliva con fuerza apartando la mirada de Priscila Coleman, entonces, dirijo mis ojos marrones hacia la izquierda, y me encuentro con otro porta-retrato al lado de ella. Pero, este es más pequeño, y en ese me ubico a mí mismo con una sonrisa forzada sosteniendo una copa de oro de primer lugar. 

Mi uniforme de «Las Panteras» resplandece. Esa foto tiene casi cinco años. Es de mi primer año en la preparatoria, luego, de mi verano en el campamento de hockey, dónde, conocí a un montón de capullos racistas. Y bueno, eso termino conmigo siendo expulsado, aunque no fue mi culpa, aun así, recibí una golpiza horrible por parte de Dyrus debido a eso.

La puerta chilla avisándome que alguien ha entrado a la oficina, y no giro mi cabeza porque el sonido de las pisadas firme sobre el suelo me hace saber de quién se trata. 

Un estremecimiento me recorre el cuerpo, y un nudo de nervios se forma en mi estómago.

Alzo mi cabeza hacia adelante, en tanto, Dyrus pasa por mi lado, directamente hacia su silla al frente de mí. 

El ruido hueco hace que mi corazón lata de prisa. 

Los ojos de Dyrus se encuentran en su Rolex por varios segundos, entonces, suelta un chasquido de su lengua y sus manos se ubican sobre su camiseta blanca plisada del traje de tres piezas color azul que lleva puesto está tarde. 

Sus nudillos lucen magullados. Supongo que libero su mierda contra un saco de boxeo, en vez, de una persona. 

Ojalá hiciera lo mismo cuándo me regaña, así no terminaría pagándolo conmigo.

«Susúrrame lo que quieras» (GC #2.5)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora