Ada
Los recuerdos siempre son buenos. Te hacen saber que en algún momento fuiste feliz. Son como las bolas de nieve de cristal.
Si es que alguna vez has tenido una has de saber lo increíbles que son porque puedes estar teniendo un mal día, pero, con el simple hecho de tomarla en tu mano y agitarla un poco encontrarás pequeñas partículas de granizos volando alrededor de una bonita escena navideña, y eso te hará sonreír. Te hace aferrarte a lo bueno de la vida.
En este instante sostengo mi propio símil de una bola de nieve de cristal. La polaroid que tomé en la habitación principal del ático del Plaza Hotel. Y, sonrío entre grietas porque la sensación de felicidad de ese recuerdo me envuelve de manera magnífica.
Cody está sonriendo a la cámara con alegría, en tanto, yo estoy sobre su regazo tan cómodamente cómo sé que no lo estaré con nadie más, y de pronto, puedo escuchar su voz acariciando mis oídos, y mi corazón se infla con fuerza. Entonces, cierro mis ojos, y me dejo navegar por la memoria de esa noche.
La noche en que me dio la cadena con su inicial. Y, que ahora no tengo conmigo.
No hay lágrimas esta vez, y es mejor así, después de todo, tuvimos una despedida más tranquila hace poco, y aunque, luego de eso, llegué a casa, lloré y me acurruque lamentando que ese haya sido nuestro último beso, puedo decir que al día siguiente todo era un poco más llevadero.
No es que no duela, claro que lo hace, pero, también, sé que, Cody nunca pudo decidir algo por sí mismo, por ende, —y a pesar, de que ese sea el peor escenario para nosotros, ahora— estoy respetando que me alejara de él.
Incluso cuando eso suena horrible. Incluso cuando sigo enfadada con el hecho de que no tomará en cuenta mi opinión, aun así, mientras pueda robar miradas de él en la pista de hockey, y en las fiestas, no me sentiré tan sola esperando que un milagro suceda.
Abro mis ojos, y giro la polaroid para leer la frase que él escribió para mí. Su letra es redonda, inclinada hacia un lado como si fuera cursiva, pero, es bonita. Cómo él.
Recuerdo cuando bese el reverso. Estaba tan contenta de tener algo de esto para sostenerlo cuando lo extrañará, solo que no creí que sería en estas circunstancias. Eso me hace desear dormir de largo para no sentir angustia en la madrugada que es cuando la nostalgia y el anhelo se vuelven contundentes.
Seré sincera diciendo que hay momentos en los que quiero tomar mi teléfono y llamarlo, aunque sea para escuchar su voz, no obstante, no lo hago porque sé que no contestará. Después de la última vez, se mantendrá en pie con los límites, y yo, debo hacer lo mismo.
Dejo la polaroid entre las hojas de mi cuaderno de notas justo sobre el escritorio de mi habitación. Luego, me encamino hacia mi librería escogiendo «Un paseo para recordar» de Nicholas Sparks.
Entonces, me dirijo hacia el ventanal de cristal deslizándolo para dejarme espacio en el balcón, en dónde, reside una silla de madera en la que tomo asiento, y recojo mis piernas en el aire para dejarlas sostenerse del pilar, en tanto, despliego la primera página del libro, dispuesta a perderme entre las letras dejando que mi mente se despeje, y que no me cueste extrañarlo como lo hago. Tan a carne viva, como un raspón que sabes que no sanará.
Sin embargo, un sonido retumbante llama mi atención, por ende, suelto un suspiro, y giro sobre mi hombro encontrando a una cara conocida husmeando en el umbral de mi habitación.
Nick Devon se escabulle por el lugar hasta llegar a dónde me encuentro, entonces, él me sonríe con esos ojos verdes teniendo un toque de diversión cómo es usual. Pronto, se apoya en la barandilla de mi balcón cruzando sus brazos sobre su abdomen, y me fijo en su piercing con precisión.
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«Susúrrame lo que quieras» (GC #2.5)✔©
RomanceTodos contamos con alguna debilidad. Para Cody Coleman es una chica, pero, no cualquiera, sino la hermana de su mejor amigo. Ada Floyd detesta a los playboys, detesta a los idiotas, y en su pirámide de odio, Cody Coleman tiene el primer puesto. ¿Qué...