Capítulo 09: No necesitas salvarme, pero ¿huirías conmigo?

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Cody

El tintineo del anillo de diamante de mi madre me hace suspirar con fuerza. 

Me obligo a sonreír hacia ella cuando lanza un chillido por mi falta de interés a la causa: «Conseguir un cupo en Edmonton».

Deslizo mi mirada hacia Priscila Coleman. Sus ojos marrones me están reteniendo de lanzar otro bufido, al igual que, su mano delicada sobre mi hombro mientras me da una sonrisa corta que me hace recuperar la calma, a pesar de que, en algunas ocasiones me es difícil de atrapar aquello.

Su cabello marrón oscuro cae sobre su espalda en un perfecto alisado que la hace lucir más joven de lo que aparenta; y ese vestido verde hecho a la medida es una pieza digna de ella, totalmente increíble junto a la joyería que reluce en su cuello. Un collar de esmeraldas de Tiffany

Sus tacones son tan altos y de aguja que me sorprende que pueda seguir de pie sin quejarse por la obvias heridas que estos podrían causar. 

Su estatura se proporciona con la ventaja de cinco centímetros más, debido a esas cosas del diablo que utiliza, pero, aun así, ella no logra alcanzarme porque le sigo sacando una cabeza de estatura, aunque, si son lo suficientemente útiles para que ella deslice mi corbata dentro del traje después de anudarla.

—Harrison. —carraspea Dyrus con molestia. 

Mi padre está en el umbral de la puerta de mi habitación luciendo jodidamente intimidante como siempre con su traje de tres piezas color azul, y sus anillos de oro, como si fuera a presumir a todos los presentes que tiene más dinero que el jodido presidente de Estados Unidos. 

—Luces increíble. —asegura mi madre, guiñándome su ojo derecho y luego gira sobre sí misma para mirar a Dyrus con una sonrisa, y caminar directo hacia él para sostener su brazo. 

—No tienes que subirle el ego a tu pequeño, Pris. —farfulla Dyrus. 

Mi madre suelta un resoplido y rueda sus ojos con insolencia.

—Cuida tu temperamento, Dyrus. —sisea mi madre. —No querrás que clave mis garras en ti, cariño. —añade con su tono venenoso que solo saca cuando intenta protegerme.

Dyrus le retiene la mirada, y su expresión se suaviza un poco, antes de regresar sus ojos hacia mí y hacer notar la furia que quiere escapar de él, aunque, no hace nada más que soltar una carcajada espeluznante y con suavidad suelta la mano de mamá para luego desaparecer de nuestra presencia con premura.

No me hace falta saber que está cabreado porque lo he notado tanto en su respiración al final de la oración de mi madre como la mandíbula apretada por querer devolver el golpe verbal, pero, él sabe que no puede. La ama demasiado como para hacerlo.

Nunca ha tocado a mi madre de manera violenta, y aun me sigo preguntando sobre el arrebato de la uña dañada de mi madre, pero, más le vale que no sea lo que pienso porque no querrá que las cosas se salgan de control si llego a ver la piel magullada de Priscila Coleman a manos de él.

Me obligo a sonreír por el traje oscuro que llevo puesto al momento en que mi madre se gira para tomar el brazo que le ofrezco. 

Claro que hago esto por ella, después de todo eligió el traje de tres piezas para mí. 

La camiseta blanca inmaculada sobre mí me trae pensamientos de Ada Floyd que no quiero tener. Además, el chaleco me hace sentir claustrofóbico, y la estúpida corbata me asfixia con cada paso que presiono sobre el suelo. Esta vez no uso mocasines, y me alegra no hacerlo. 

Salgo de la mansión Coleman con un malestar en mi estómago. 

Mi madre no parece darse cuenta de que estoy sudando por sobre el traje porque sigue soltando sonrisas en lo que nos adentramos al Bentley. Y es justo allí cuando su atención se dirige hacia el anillo de banda de plata con una piedra de esmeralda incrustada allí en lo alto.

«Susúrrame lo que quieras» (GC #2.5)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora