Cody
Había algo que me inquietaba de todo el asunto con el bufete de abogados, y era saber si el apellido MacQuoid se quedaría en la puerta o no, pero, ahora que la ceremonia de entrega de títulos ha quedado firme, y mamá ha asegurado su puesto de socia directora como se estipulaba en la herencia, puedo ser testigo de cómo el apellido Coleman está siendo colocado en la puerta como primera referencia.
No es de todo mi agrado que MacQuoid se quedará, sin embargo, comprendo que esa insignia de apellido también representa a quién en vida fue mi abuelo, el hombre que me crío demostrándome que era amado por él, como un hijo.
Cuándo el trabajo en la entrada está terminado, una sonrisa se forma en mis labios observando que esto es una muestra de nuevos comienzos.
—Gracias por estar aquí. —pronuncia mamá, y su mano derecha se coloca sobre mi hombro dando un suave apretón, y besa mi mejilla.
—Era tu momento, no podía simplemente perdérmelo. Estuviste grandiosa domando a esos tipos. —sonrío con orgullo. —Quizás, no lo he dicho mucho, pero te amo mamá.
—Y, yo te amo, bebé. —menciona con honestidad. Mi respiración se queda estática por un milisegundo. —Y sé que no hablamos mucho después de lo que paso en el hospital, pero quiero que sepas que entrar allí, y despedirlo era mi manera de cerrar ese ciclo. Una vez lo amé, y fue cuando era un hombre parcialmente bueno conmigo. Me lo debía a mí misma, dejarlo ir para siempre, junto a esos recuerdos que me atormentaban.
Me tomo un minuto para reflexionar sus palabras, y sé que no hay maldad en sus acciones, al menos ahora puedo comprenderlo del todo porque antes no lo hacía.
Cada persona maneja sus emociones de manera diferente, por ende, tomamos decisiones diversas sobre ciertas situaciones, justo cómo mamá, que al principio me hizo sentir herido cuando la vi caminar directo a la habitación del moribundo de Dyrus MacQuoid.
Conocer sus pensamientos de forma más clara sobre ello, en este instante, me hace comprender que no buscaba herirme a mí.
—Lo entiendo, mamá. —susurro. —Ahora, lo hago. —alzo mi mirada una vez más hacia la entrada. —El abuelo estaría jodidamente feliz de ver esto.
—Sin groserías, Cody. —me chincha, mamá. Aun así, escucho la risa saliendo de sus labios. —Y sí, estaría feliz de saber que estoy tomando el poder que siempre he tenido y siendo la reina que siempre supo que estaba destinada a ser.
—Oh, se me está haciendo tarde. —enuncio cuando reviso la hora en el reloj de mi muñeca. —Te escribiré cuando esté en casa, mamá. Disfruta tu nueva posición. —sonrío.
Beso su mejilla rápidamente, enseguida, corro hacia el ascensor que está abriendo sus puertas.
—¡Más te vale que la hagas mi nuera! —la escucho gritar cuando ingreso dentro del ascensor. Sonrío. —¡Y organiza una cena para todos! ¡Llevo tiempo sin verla! ¡No tienes porqué acapararla tanto! —río, y las puertas se cierran mientras la solicitud de mi madre se mantiene en mente.
Una vez que estoy fuera del ascensor, y posteriormente, del Empire State, me dirijo a mi Maserati azul.
Mis manos se ubican en el volante, en tanto, aprieto el acelerador y hago rugir el motor.
—Oye, amigo. Luces genial. —declaro hacia el animal de peluche que descansa en el asiento del copiloto. —¿Cómo te estás tomando el clima?, parece muy bueno como para ir a la playa, ¿no lo crees? —río porque sin duda, estoy sonando como un loco al hablarle a este peluche.
—Sí, no vas a responder porque eres un ser inanimado. —murmuro, aun así, sí que me tomo el tiempo de acomodar su gorra sobre su cabeza.
Pronto, inicio una llamada grupal en el chat del equipo de hockey.
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«Susúrrame lo que quieras» (GC #2.5)✔©
RomanceTodos contamos con alguna debilidad. Para Cody Coleman es una chica, pero, no cualquiera, sino la hermana de su mejor amigo. Ada Floyd detesta a los playboys, detesta a los idiotas, y en su pirámide de odio, Cody Coleman tiene el primer puesto. ¿Qué...