Capítulo 14

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RAFA


Treinta minutos antes

—¡Joder! ¡¿La has visto?! —Jose entró precipitadamente a mi despacho derrapando como una bestia parda.

Yo removía el vaso, donde tenía un Espidifen efervescente disolviéndose.

—No grites, me duele la cabeza. ¿De qué estás hablando? —No tenía muy claro a qué hacía referencia.

—Deberías dejar de salir entre semana, está claro que te pasa factura —protestó.

—Mientras no me afecte en las ventas... Además, con esto se me pasa. —Apuré el contenido del vaso poniendo una mueca por el desagradable sabor.

—Cuando la veas, se te van a pasar todos los males.

—¿Cuando vea a quién?

—A la diosa que está haciendo la entrevista para encargarse del Departamento Financiero con Andrea. Es espectacular.

Resoplé. Las tías espectaculares de Jose solían ser más feas que la cabra de la Legión.

—Sí, ya —rezongué.

—Te lo juro, tío. Vamos, ven, a esta tienes que verla con tus propios ojos. Te garantizo que nunca te has zumbado a una igual. —Atravesó mi despacho para agarrarme de la chaqueta y tirar con fuerza de mí.

Mis compañeros estaban aglutinados tras el cristal del despacho del jefe, como tiburones hambrientos frente al botín que había dentro.

La veíamos de espaldas, así que no podía saber si era tan guapa como todos apuntaban. Parecía alta, delgada, con un tono de pelo rubio natural que se hacía más claro en algunos mechones. Lo llevaba suelto, parecía muy sedoso y caía por debajo de los hombros. Vestía con un traje chaqueta gris que parecía caro.

—Vamos, Rafa, llama al jefe y dile que la contrate, no la puede dejar escapar. —Jose me dio un codazo en el abdomen que me hizo lanzar un quejido.

—¿Yo? ¿Y por qué narices tengo que llamar yo?

—Porque a ti te hace caso, eres su ojito derecho, por eso eres el jefe de equipo comercial. Anda, va, hazlo por nosotros.

Mis hombres me miraron, nunca había visto tantos aleteos de pestañas juntos.

—¿Y no será que soy el jefe de equipo porque soy el que más vende? —Resoplé—. ¿Y si es una inepta?

—Pues por lo menos nos habrá alegrado la vista unos días. Además, está el mes de prueba, ¿no? —Mi amigo me hizo ojitos mientras el resto se encargaban de los coros.

—Venga, Rafa, que te juro que es espectacular —admitió Leonardo, quien no solía tomar partido en ese tipo de asuntos.

—Está bien, está bien, lo llamo —contesté, más porque me dejaran en paz que por mi propio interés.

Eduardo respondió elevando la vista al reconocer mi número, para encontrarnos a todos allí como un grupo de capullos hormonados.

—Jefe, aquí los chicos dicen que no lo piense más y que la contrate, que la quieren para el puesto.

—Sí, por favor —dijeron al unísono como si se tratara de los niños que cantan la lotería de Navidad.

—Está muy buena, jefe.

—Nos hará vender más.

—Es una motivación para las ventas.

Mis compañeros no dejaban de lanzar motivos mientras el pobre Eduardo aguantaba el tipo. No me habría gustado estar en su pellejo. Maldito dolor de cabeza, sentía millones de alfileres traspasándome el cerebro.

¡Sí, quiero! Pero contigo noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora