Capítulo 34

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DANI

Rafa regresó dos horas más tarde, con el pelo alborotado y esa cara de recién follado que tanta rabia me daba. En cuanto entró, los comerciales no tardaron en reunirse a su alrededor, deseosos de olisquear el hedor a sexo, aunque fuera a distancia. Seguramente, estarían ensalzando su proeza y diciéndole lo machote que era. Él se reía y yo sentía un asco qué me moría. ¿Cómo podía estar haciéndome eso?

Cuando entró a saludarme para decirme que había regresado y preguntar si tenía mensajes, solo pude responderle:

—Yo no soy tu secretaria, si quieres una la contratas.

Apenas lo miré, no me sentía con la suficiente fuerza como para hacerlo. Seguí trabajando e ignorándolo. El jefe entró en mi despacho buscándolo y Rafa tuvo que irse en pos de él.

Al terminar la jornada me esperó como siempre, pero rechacé su invitación para ir a tomar algo al bar.

—¿Te ocurre algo? —me preguntó sin comprender.

¿Y yo qué iba a decirle?, ¿que estaba celosa?, ¿que no quería que se chuscara a la ardilla o a cualquier otra? No podía pedirle eso, Rafa no era mío y, además, yo estaba con Víctor. No tenía que importarme lo que hiciera o dejara de hacer con las mujeres. Pero me importaba, y eso me desconcertaba.

—Nada —respondí con una risa apretada—. Es solo que no me encuentro bien, me duele la cabeza y tengo ganas de llegar a casa.

—Está bien, entonces, déjame que te acerque.

—No, prefiero dar un paseo a ver si me despejo. —No tenía ganas de estar con él, y menos sabiendo que hacía unas horas se había tirado a otra.

—Pero si te duele la cabeza... —insistió.

—De verdad, Rafa, necesito estar sola. Siempre estamos juntos, por un día que nos aireemos no pasa nada. Al final, van a pensar lo que no es. —Él me miró extrañado—. No me hagas caso, solo tengo ganas de llegar a casa, darme un buen baño y relajarme. Tú ve con los chicos, seguro que tienes mucho que contarles. Mañana será otro día, ¿vale?

Creo que captó que no quería su compañía.

—Está bien, pero mañana te paso a buscar. Estamos bien, ¿verdad?

Sabía que hasta que no le confirmara que era así no se iba a ir.

—Claro, ya te he dicho que me encuentro mal.

—Pues que te mejores, mañana te recojo.

—Hasta mañana.

Vi la tristeza en sus ojos. Me sentí mal por hacerle el vacío, pero no habría sido una buena compañía y no me apetecía para nada escuchar lo que había hecho durante la tarde. Escocía, me molestaba y hacía que me planteara cosas que no debería estar pensando. Lo mejor era tomar distancia y tratar de acercarme a mi futuro marido en vez de a mi compañero de trabajo.

Pasaron dos semanas. Los primeros días me mantuve algo distante, pero Rafa era tan zalamero, sabía tan bien cómo camelarme que no tardé en caer en sus redes. Empezó a ponerme millones de post-it en cualquier lado con la única intención de arrancarme una sonrisa.

A veces era una frase o parte de la letra de una canción, incluso un simple corazón en la esquina de mi agenda. Los encontrara donde los encontrara, sabía que le pertenecían. Era como un lenguaje secreto que teníamos entre los dos.

Mi corazón se agitaba cada vez que veía asomar una notita amarilla, era incapaz de tirarlas, así que las guardaba en una pequeña caja, mi cofre del tesoro. Me imaginaba que eran cartas de amor de un soldado que estaba en la guerra. Tal vez no fueran muy extensas, pero contenían todo lo que yo necesitaba para no dejar de sonreír durante todo el día.

¡Sí, quiero! Pero contigo noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora