Capítulo 57

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RAFA

Diez meses después

¿Por qué narices tardaban tanto? Según el médico, la operación tenía su complicación, pero habían practicado tantas en los últimos meses que estaban convencidos de que iba a funcionar de maravilla con Olivia. Aunque la intervención era de riesgo, nada tenía por qué ir mal.

Le iban a poner un stent, un tubo pequeño de malla de metal que se expandía en la arteria usándose para desobstruirla y que llevara la sangre al corazón. La colocación del dispositivo podía ser mediante bypass o haciendo una punción directa en la arteria bajo anestesia local y accediendo percutáneamente. En su caso el médico había optado por hacer una punción en la ingle y colocarlo en la arteria femoral, así que no hacía falta pasar por quirófano, sino por una sala destinada a angiografías.

El problema era que no estaban seguros de que el stent cupiera dentro de ese trozo de vena arrugado. Si iba mal, había otras opciones que barajar que sí supondrían la entrada en el quirófano. Pero tanto el médico como nosotros preferíamos comenzar por la opción menos invasiva.

Su madre estaba a mi lado cogiéndome la mano, aunque no era la suya la que quería sentir y, que Dios me perdone, la de Olivia tampoco.

Dani.

Su imagen se fraguó tan clara en mi cabeza que casi podía sentirla conmigo, que duro fue aquel fin de semana donde todo parecía perdido.

Al lunes siguiente creía haber tomado la decisión adecuada, pero fui incapaz de soltársela a bocajarro.

Entró prudente en el coche como cada lunes, y me ofreció una sonrisa en lugar de un beso. Era lo que se suponía que iba a ocurrir a partir de ese día.

Traté de mantener una conversación cordial. Le conté que habían llamado a Olivia para lo de su próxima operación, que había ido a casa de mis padres, donde recordé viejos tiempos haciendo motocross. Ella parecía mucho más relajada, ya no era la chica angustiada que dejé hecha un mar de lágrimas en el portal. Me contó que había pasado un fin de semana tranquilo y que, después de darle muchas vueltas a lo nuestro, tenía claro que no me quería fuera de su vida, aunque no sabía cómo hacerlo. Aquello fue un golpe para mí, habría sido fácil agarrarme a esa enmienda para seguir con todo como había hecho hasta ese momento, pero decidí echarle pelotas y seguir adelante con la decisión que había tomado.

No respondí y ella se conformó con mi silencio.

Traté de no cambiar de actitud, de seguir con los flirteos, aunque con más prudencia. Dani respondía a todos ellos y, aunque llevábamos tres días limitándonos a tontear, me moría por hacer más que eso.

Cuando el miércoles la dejé en casa, le sugerí que al día siguiente trajera una bolsa con ropa de deporte.

—¿Y eso? —preguntó extrañada.

—Quiero que vengas a jugar al frontón conmigo, con Jose y con Díaz.

Ella se mordió el labio. ¡Joder, cómo me ponía!

—¿Y después? —inquirió con cautela sin oponerse a mi invitación.

—Después ya veremos, pero espero que incluya un «solos tú y yo». —Esperaba que captara el mensaje, porque no podía admitir de otro modo que la había elegido a ella por encima de las demás. Pero Dani era muy lista y no tardó en digerir mis palabras emitiendo un «oh» pequeñito. Sus ojos habían vuelto a brillar, y yo quería encenderlos por completo y volver a sentir su cuerpo de nuevo—. ¿Te gusta la idea? —Me acerqué con tiento hacia ella, que ya se había desabrochado el cinturón. Estaba a un palmo de su boca y mis labios cosquilleaban de anticipación.

¡Sí, quiero! Pero contigo noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora