Capítulo 35

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DANI

Andrea nos mostró la casa por dentro, Jose la había reformado por completo.

Era la antigua vivienda de sus abuelos y su lugar de veraneo. Cuando estos se hicieron mayores, tomaron la decisión de mudarse al pueblo. Querían estar más cerca de los médicos, supermercados... Ya que estaba en una urbanización. Jose, nada más saber que la querían poner en venta, se ofreció para comprársela. En parte, porque los ayudaba y, por otro lado, porque atesoraba grandes recuerdos de su niñez.

Tenía tres habitaciones, dos baños, un amplio salón con chimenea y una cocina que no estaba nada mal.

—Parece una casita de cuento —observé complacida.

Todos los muebles y el suelo eran de madera natural, y tenía un encanto que me recordaba a las típicas casitas que ves al hojear un libro infantil.

—Sí, yo cuando vine le dije que parecía la casa de Blancanieves y los siete enanitos y él me respondió que cuando quisiera íbamos a por el primero.

No pude evitar echarme a reír. Andrea tenía ese brillo en la mirada que solo lucen las enamoradas y yo me alegraba por ella.

—¿Ya estáis pensando en tener niños?

—No exactamente. Ambos queremos ser padres, pero antes debemos conocernos más.

—Lleváis cinco años conociéndoos, ¿no crees que ya es suficiente? —Jose y Andrea llevaban en la empresa casi el mismo tiempo, así que me parecía increíble que necesitaran más tiempo.

—Eso mismo dice Jose, pero no nos conocemos como pareja, es distinto. Yo hay cosas que no conocía de él hasta hace poco, como sus gustos musicales, su plato favorito o el modo en el que se pinza la nariz cuando se enfada.

Automáticamente, pensé en Rafa. Yo sí que sabía todas esas cosas de él, cómo le cambiaba el color de ojos cuando algo le divertía, cómo se volvía más intenso cuando se excitaba, cómo fruncía el ceño cuando estaba preocupado o lo bien que se dormía encima de su pecho. Miré de soslayo a Víctor, que contemplaba una estantería repleta de vinilos.

—Hay algunos francamente buenos —anunció paseando la mano por el dorso de uno de U2.

Nosotras nos habíamos quedado algo apartadas al lado del sofá para hablar de nuestras cosas.

—Sí, Jose es un entusiasta del rock, dice que hay verdaderas joyas en ese mueble. A mí no me preguntes, soy una inepta musical.

—Y es cierto —afirmó Víctor, que de música entendía un rato—. Hay discos que no se encuentran fácilmente, podría sacar un buen pico por algunos de estos.

Ella resopló.

—Dudo que esté dispuesto a venderlos, antes me dejaría a mí.

Víctor le lanzó una sonrisa y volvió a su escrutinio musical.

—Qué guapo es —murmuró Andrea en mi oído—. No me extraña que Rafa no tenga nada que hacer contigo, ahora lo entiendo todo. Con uno así, no saldría de la cama.

Si ella supiera..., pensé. Era cierto que Víctor era muy guapo, pero no iba a engañarme, en el sexo era más bien justito. Y, aunque no tenía mucho donde comparar, estaba convencida de ello.

—¿Crees que Víctor es más guapo que Rafa? —le pregunté casi sin dar crédito. Porque puede que mi prometido fuera el hombre de mi vida, pero Rafa ocupaba el lugar de mis sueños más tórridos; sobre todo, desde que lo había visto desnudo en Sitges.

¡Sí, quiero! Pero contigo noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora