Capítulo 8

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Eché un último vistazo a la que había sido mi vivienda en los últimos dos años, exhalé mi último soplo de aire y salí por la puerta sin mirar atrás. No quería hacerlo, era mejor pensar en el futuro que me esperaba que quedarme anclada a una realidad incierta.

Cuando abrí los ojos, ya estaba en la Ciudad Condal. No recuerdo en qué punto exacto del viaje me rendí al sueño, pero allí estábamos, en plena avenida Diagonal, rodeados de tráfico. Me desperecé como una gata.

—Menudo sueñecito que te has echado, Bella Durmiente, ni te enteraste cuando paré para tomar un café a medio camino y me la tuvo que chupar aquella puta de carretera.

Pestañeé varias veces mirándolo, tenía algún mechón de pelo cayendo por la frente, la cara relajada y la mirada brillante por la trola que acababa de pegarse.

—Ohhh, así que era ella la que se quejaba de lo pequeña que la tienes, ahora lo comprendo todo.

Él soltó una carcajada, cogió mi mano y la llevó a su entrepierna.

—Así llevo todo el viaje por tu culpa.

Parpadeé un par de veces.

—¿Por la conversación que tuvimos al salir de Madrid? —Él negó y apuntó hacia mi escote. Desvié la vista fijándome en que uno de mis pechos se había salido por el lateral de la camiseta de tirantes para que cualquier camionero baboso pudiera estamparse visionando mi díscola teta.

—Me podrías haber avisado o, como mínimo, haberme puesto bien la camiseta.

—¿Y perderme el paisaje? Si no querías que la viera, haberte puesto sujetador.

—Sabes que odio que se me claven los aros cuando me duermo.

—Y yo odio taparte la teta si ella ha decidido salir a saludar. —Emití un gruñido de exasperación—. Además, me fue muy útil cuando la Guardia Civil me paró porque los cabritos de la ITV no habían dado parte de que ya la habíamos pasado.

—¡¿Me ha visto una teta un guardia civil?!

—Más bien dos. Recuerda que siempre van en pareja.

Le golpeé en el brazo provocando que casi diera un volantazo.

—Cuidado o nos vas a matar y ya no va a importar que vayas con las domingas al aire.

—¡¿Cómo pudiste dejarme así delante de ellos?!

—Pues es que en ese momento no me di cuenta, pensé que te miraban porque roncabas como un oso y te colgaba la baba, pero al echar mano a la guantera me di cuenta de que no era eso lo que había llamado su atención, así que preferí dejarles perderse en el espectáculo. Llámalo maniobra de distracción.

—¡Pero si teníamos todos los papeles en regla! —me quejé.

Él se encogió.

–Ya sabes que con la Benemérita nunca se sabe, así que mejor ganar algún que otro punto extra. Les dije que te había recogido en una cuneta haciendo autostop.

—¡No habrás sido capaz! —exclamé con los ojos cerca de salírseme de las cuencas.

—No iba a decir que mi futura mujer era Cicciolina, algo me tenía que inventar.

Resoplé incrédula, pero es que conociendo el humor de Víctor era capaz de eso y más.

—¿Y qué pasó?

—Nada, se marcharon después de recomendarme que pusiera una reclamación a la empresa de la ITV, que al parecer no había volcado los datos correctamente en el sistema informático, y me advirtieron sobre el peligro de recoger autoestopistas sin sujetador. Primero, te enseñan la teta y, después, se te amorran a la bragueta para dejarte limpia la cartera.

¡Sí, quiero! Pero contigo noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora