El senado

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Diana

El interior del senado parecía la sala de conferencias de un instituto de secundaria. Un semicírculo de asientos dispuestos en una serie de gradas se hallaban orientadas hacia un estrado con un podio y dos sillas. Las sillas estaban vacías, pero tenía un pequeño paquete de terciopelo en el asiento.

Hazel, Frank y yo nos sentamos en el lado izquierdo del semicírculo. Los diez senadores y Nico ocuparon el resto de la primera fila. En las filas superiores había varias docenas de fantasmas y unos cuantos veteranos mayores de la ciudad, todos vestidos con togas informales. Octavio se hallaba en la parte de delante con un puñal y un león de peluche, por si alguien necesitaba consultar al dios de las mascotas cursis. Reyna se dirigió al podio y levantó la mano para solicitar atención. 

—Estamos reunidos en una sesión de emergencia —dijo—, así que no nos detendremos en formalidades. 

—¡Me encantan las formalidades! —se quejó un fantasma. 

Reyna le lanzó una mirada de enfado.

—En primer lugar, no estamos aquí para someter a votación la misión —dijo—. La misión ha sido ordenada por Marte Ultor, patrón de Roma. Obedeceremos sus deseos. Tampoco estamos aquí para debatir sobre la elección de los compañeros de Frank Zhang. 

—¿Los tres de la Quinta? —gritó Hank, de la tercera—. No es justo. 

—Ni inteligente —dijo el chico a su lado—. Sabemos que los de la Quinta siempre meten la pata. Deberían enviar a alguien mejor. 

Dakota se levantó tan rápido que derramó el refresco de su termo.

—¡Pues anoche lo hicimos bastante bien cuando les pateamos el podex Larry! 

—Basta, Dakota —dijo Reyna—. Dejemos el podex de Larry fuera del asunto. Como jefe de la misión, Frank tiene el derecho a elegir a sus compañeros, los cuales son: Diana Jackson y Hazel Levesque.

—Absurdus! —gritó un fantasma de la segunda fila—. ¡Zhang ni siquiera es miembro de pleno derecho de la legión! Está en período de probatio. Pará ser jefe de misión hay que tener rango de centurión o superior. Esto es completamente...

—Cato —le espetó Reyna—. Debemos obedecer los deseos de Marte Ultor. Eso significa hacer ciertos... ajustes.

Reyna dio unas palmadas, y Octavio avanzó. Dejó su puñal y su oso de peluche y cogió el paquete de terciopelo de la silla

—Frank Zhang, acércate —dijo.

Frank me miró con nerviosismo. A continuación se levantó y se aproximó al augur.

Tenía ganas de detenerlo, como anoche que apareció Marte frente, pero sabía que no ayudaría de nada.

—Tengo el... placer —dijo Octavio, pronunciando la última palabra con esfuerzo— de hacerte entrega de la corona mural por ser el primero en trepar los muros en la guerra de asedio —Octavio le dio insignia de bronce con forma de corona de laurel—. Y por orden de la pretora Reyna, te asiendo al rango de centurión. 

Entrego a Frank otra insignia, una medialuna de bronce, y el senado estalló en protesta. 

—¡Todavía está en periodo de probatio! —gritó uno.

—¡Imposible! —dijo otro.

—¡El cañón hizo que me perdiera! —dijo un tercero.

—¡Silencio! —la voz de Octavio tenía un tono mucho más autoritario que la noche anterior en el campo de batalla—. Nuestra pretora conoce que nadie con un rango inferior al de centurión puede dirigir una misión. Para bien o para mal , Frank debe dirigir esta misión, así que nuestra pretora ha decretado que Frank Zhang debe ser nombrado centurión. 

La Hija De NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora