Frank
Me quedé tan pasmado que ni siquiera reaccionaba a los llamados de Hazel, cuando me di cuenta Alcioneo se estaba volviendo a levantar.
Con furia golpeé al gigante en la nariz con el escudo hasta que empezó a roncar. Mientras tanto, el glaciar seguía desmoronándose y el borde del abismo se acercaba más y más. Quería seguir golpeándolo, pero sabía que eso sería inútil, no podía matarlo si no lo sacaba de su territorio.
Tánatos planeó hacia nosotros con sus alas negras, luciendo una expresión serena.
—Sí, señor —dijo con satisfacción—. Allá van unas cuantas almas, ahogadas. Más vale que se den prisa, amigos, o ustedes también se ahogaran.
—Pero Diana... —apenas podía pronunciar el nombre de mi amiga—. ¿Está...?
Mi cabeza repetía la imagen de ella, postrada y rendida ante sus enemigos, llevándo al límite sus poderes para poder eliminar a los fantasmas. Incluso podía escuchar la voz de Fineas advirtiéndonos que moriría si abusaba de sus poderes.
—Sigue con vida, por el momento. En cuanto a este... —Tánatos miró a Alcioneo con expresión de repugnancia—. Aquí no podrán matarlo. ¿Saben lo que tienen que hacer?
Asentí con la cabeza aturdido.
—Creo que sí.
—Entonces nuestro asunto ha concluido.
Hazel y yo cruzamos miradas nerviosos.
—Esto... —Hazel titubeó—. ¿Quiere decir que no me... que no va a...?
—¿A cobrarme tu vida? —preguntó Tánatos—. Vamos a ver...
Sacó un iPad negro de la nada. Pulsó la pantalla varias veces, y pensé: "Por favor, que no haya ninguna aplicación para recolectar almas".
—No te veo en la lista —dijo Tánatos—. Verás, Plutón me da órdenes precisas para las almas que se escapan. Por algún motivo, no ha ordenado tu detención. Tal vez considera que tu vida todavía no ha acabado, o podría ser un descuido. Si prefieres que llame y pregunte...
—¡No! —gritó Hazel—. Así está bien.
—¿Estás segura? —preguntó la Muerte amablemente—. Tengo habilitada la videoconferencia. Tengo una dirección de Skype en alguna parte...
—No, de verdad —parecía que a Hazel acabaran de quitarle miles e kilos de peso de los hombros—. Gracias.
—Ugh —masculló Alcioneo.
Le di otro golpe en la cabeza.
La Muerte alzó la vista de su iPad.
—En cuanto a ti. Frank Zhang, tampoco es tu momento. Todavía te queda un poco de combustible por consumir. Pero tampoco creas que te estoy haciendo un favor. Volveremos a vernos en circunstancias menos agradables.
El acantilado seguía desplomándose; el borde estaba ya a solo seis metros de distancia. Arión relinchaba impacientemente. Sabía que teníamos que marcharnos, pero me quedaba una pregunta más por hacer.
—¿Y las Puertas de la Muerte? —dije—. ¿Dónde están?
—Ah, sí, claro —una expresión de irritación cruzó el rostro de Tánatos—. Mis puertas. Cerrarlas estaría bien, pero me temo que eso no se encuentra dentro de mis posibilidades. No tengo la más remota idea de cómo podrían hacerlo. No puedo decirles exactamente en donde están. Su situación no es... bueno, no es un lugar del todo físico. Deben de ser encontradas a través de la búsqueda. Puedo recomendarles que inicien vuestras pesquisas en Roma, la Roma original. Solo un tipo de semidiós puede interpretar las señales que los llevará a mis puertas.
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La Hija De Neptuno
Fanfic¿Qué harías si despertaras en una mansión en ruinas en medio del bosque sin ningún recuerdo de tu vida? ¿Qué harías si una loba mística te dice que eres una semidiosa? Pues eso es justamente lo que me pasó a mí. Pero esperen, ese es apenas el inici...