Malas noticias

144 21 4
                                    

Diana

Me alegré de tener de vuelta mi daga y mi escudo. Viendo la expresión de Reyna, era muy probable que tuviera que defenderme.  

Ella entró en el principia cono un huracán, con su capa morada ondeando y sus galgos trotando a sus pies. Yo me quedé sentada en una de las sillas de los pretores, que había acercado a la parte destinada a las visitas, un acto que tal vez no fuera correcto. Empecé a levantarme. 

—Quédate sentada —gruñó Reyna—. Partirán después de comer. Tenemos mucho de que hablar. 

Dejó caer su daga tan fuerte que el cuenco con golosinas se sacudió y me hizo dar un salto por el susto. Aurum y Argentum ocuparon sus puestos a la izquierda y a la derecha y clavaron sus ojos de rubíes en mí. 

—¿Hice algo mal? —pregunté nerviosa.

Sentía como si estuviera en la oficina del director luego de cometer alguna travesura. No recuerdo si alguna vez me pasó pero tengo la sensación de que en algún lado estuve en una situación similar.

—No eres tú —Reyna frunció el entrecejo—. Odio las sesiones del senado Cuando Octavio se pone a hablar...

—Por ser buen orador llega a hacerse con el poder ahí. Tu en cambio de desenvuelves mejor en un campo de batalla. 

—Eres más lista de lo que parece. 

—Gracias. Creo —dije—. Hazel me dijo que Octavio tenía altas probabilidades de ser pretor, eso si es que sobrevivimos al ataque.

—Eso nos lleva a la hecatombe del juicio final y a las medidas con las que podrías ayudar a evitarlo —dijo Reyna—. Pero antes de que deposite el destino del Campamento Júpiter en tus manos, tenemos que aclarar unas cuantas cosas.

Se sentó y colocó un anillo sobre la mesa: una sortija de plata con un grabado de una espada y una antorcha, como su tatuaje. 

—¿Sabes qué es esto?

—El símbolo de tu madre —contesté—La... diosa de la guerra... Bolonia. 

—En realidad es Belona —Reyna me escrutó atentamente—. ¿No recuerdas dónde has visto este anillo antes?¿De verdad no te acuerdas de mí ni de Jason?

Negué con la cabeza. 

—Fue hace dos años en Charleston —dijo—. Estaba ahí con Jason en una misión para recuperar oro celestial. Tu apareciste de la nada en el puerto siendo atacada por unos monstruos. Ambos te ayudamos y tratamos de convencerte de que vinieras al campamento, pero tú le hiciste un corte en el brazo a Jason, con la misma daga que cargas hoy, y después huiste.

Intente recordar. Lo intenté de veras. pero solo conseguí unas imágenes borrosas de una especie de murciélagos alados que no me dejaban en paz...

—Recuerdo que estuve en un puerto... Estaba buscando a alguien, pero no sé a quién —dije—. Lo siento. Espero que me creas porque tus perros no me atacaron. 

Ambos me gruñeron, como si me dijeran: "por favor miente".

—Te creo —me contesto—. Pero no todo el mundo en el campamento opina lo mismo. Octavio piensa que eres una espía. Cree que Gaia te ha enviado para averiguar nuestros puntos débiles y distraernos. Cree en las antiguas leyendas sobre los griegos. 

—¿Leyendas?

La mano de Reyna estaba a mitad de camino entre la daga y las golosinas. Temía que si hiciera algún movimiento brusco ella no tomaría los dulces. 

La Hija De NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora