En sueños

89 10 0
                                    

Diana

Para mí no había diferencia entre aviones o caníbales, ambos son horribles.

Me hubiera encantado conducir el Cadillac hasta Alaska, pero esa idea fue desechada cuando me quedé helada tras el volante.

Fue extraño lo que pasó. En un momento estaba conduciendo a toda velocidad huyendo de los ogros, y al siguiente, cuando escuche el estruendo de las gigantes bolas de fuego, me encontraba en la parte de atrás de otro auto. Mi hermano estaba  abrazándome con fuerza, también había un fauno (no, sátiro), se sentado al otro lado de mi hermano. Y había una mujer conduciendo, que si no estoy mal, era mi madre.

A fuera del auto caía una tormenta tan fuerte que parecía que el viento se llevaría el auto en cualquier instante. Percy no dejaba de discutir con mamá sobre un sitió y algo que nos perseguía. De pronto, algo golpeó el auto y lo hizo explotar. Giramos, y todos estábamos de cabeza. Miré por la ventana y había un monstruo siguiéndonos.

De no haber sido por Frank, seguro que seguiría atrapada en ese recuerdo.

Ya había sufrido estos flashes antes, pero nunca fueron tan vividos como en ese momento. En el cuartel de las amazonas, estando en esa celda, había recordado algunas cosas, no muy buenas, de Ethan. Como con unas bombas caseras irrumpió en el cuartel de las amazonas. Él pensó que era un lugar dirigido por "la Bestia" (un tipo desagradable que era seguidor de Cronos), cuando las amazonas lo capturaron, la Reina Hylla lo condenó a muerte, pero yo lo ayude a escapar. Después de eso nos separamos. Preferí no decir mucho delante de Frank y Hazel para evitar sus preguntas.

Mis recuerdos seguían un poco borrosos, pero estaba segura de que había volado antes. Los detalles eran confusos, pero me acordaba de un pegaso que había liberado del cuartel de las amazonas, con el cual logramos escapar Ethan y yo. No tenia nombre, por lo que la llamé azúcar. Siempre me llevaba a dónde quisiera a cambio de terrones de azúcar. Pero el sitio de un hijo de Neptuno no estaba en el aire. Cada vez que el avión atravesaba una zona de turbulencias se me aceleraba el corazón ante la idea de que era el propio Júpiter el que nos estaba zarandeando.

También estaban mis dolores en el pecho a causa de usar mis poderes. Trataba de disimularlo, concentrándome en la conversación de Frank y Hazel. Hazel le aseguraba a Frank que habíamos hecho todo lo posible por su abuela. Frank nos había salvado de los lestrigones, de que yo los estrelle contra el avión y nos logró sacar de Vancouver. Había sido increíblemente valiente.

Frank mantenía la cabeza gacha como si se avergonzara de haber llorado. Acababa de perder a su abuela y vio su casa arder, en lo que a mi concierne llorar por algo así no te hace menos. Y yo lo entendía, perfectamente.

Aún me costaba creer que Frank fuera mi pariente lejano. Sería mí... ¿qué? ¿Sobrino nieto multiplicado por mil? Era bastante extraño, aunque he pasado por cosas aún más extrañas. Digo, tengo un hermano cíclope y una maldición encima.

Hasta ahora Frank se negaba a explicar en que consistía su "don familiar", pero mientras volábamos hacia el norte, nos relató su conversación con Marte. Explicó la profecía que Juno había pronunciado cuando él era un bebé, que su vida estaba ligada a un trozo de leña, y que le había pedido a Hazel que se lo guardara.

Ya sospechaba de algunas cosas, en especial porque ambos parecían que se guardaban algo desde que se desmayaron juntos, como si tuvieran una especie de alianza, cosa que me hacía sentir fuera del grupo. Pero nunca pensé que eso que se traían entre ellos fuera algo tan delicado, eso explicaba porque Frank no paraba de comprobar el bolsillo de su abrigo y porque se ponía nervioso cada que había fuego cerca. Eso solo hacía que sintiera mucha más admiración por él, el valor que se tiene que tener para aceptar esta misión sabiendo que una pequeña llama podía apagar su vida.

La Hija De NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora