Nuestra Esperanza

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Hazel

Consideré huir.

No me fiaba de la reina Hylla, y desde luego tampoco de la otra señora, Otrera. Solo quedarán tres guardias en la sala. Todas se muestran a distancia. 

Hylla estaba armada solo con una daga. A tanta profundidad bajo tierra, podría provocar un terremoto en la sala del trono o desenterrar un gran montón de esquisto o de oro. Si pudiera crear una distracción, podría escapar y encontrar a mis amigos. 

Tengo que pelear contra las amazonas, y ya vi como pelean. Aunque la reina solo tenía una daga, sospechaba que sabía usarla muy bien. Mientras que yo estaba desarmada. Pero gracias a que no me habían registrado, el palo de Frank seguía en el bolsillo de mi abrigo. 

La reina parecía leerme el pensamiento. 

—Olvídate de escapar. Te respetaríamos si lo intentaras, por su puesto, pero tendríamos que matarte. 

—Como con Diana. 

Apretó el collar de cuentas que seguía en su mano. Como si la sola mención de ella fuera suficiente chispa para prender su ira. 

—Ella se lo busco —dijo con completa seriedad—. Cuando la encontramos malherida en el puerto la ayudamos. Todas vimos su destreza como guerrera en uno de nuestros entrenamientos, y le ofrecimos unirse a nosotras. Pero ella eligió a ese chico que nos atacó y violó nuestras leyes. Destruyeron lo que con esmero logramos obtener, bueno... casi todo. Nos habríamos tardado en reconstruir, pero gracias a las ganancias de nuestra empresa pudimos hacerlo rápido.

Me era imposible creer que Diana fuera capaz de hacer algo así. Entonces recordé como amenazó a Octavio cuando intentó tomar su mochila; como atacó a Fineas cuando empezó a decir cosas sobre nosotros y las arpías; como se defendió de las amazonas aún con su pequeña estatura. Ella era más peligrosa de lo que hacía creer a todos.  

—Pero dejando ese asunto de lado —dijo Hylla—, creo que es verdad que vienen en son de paz. Creo que Reyna los ha enviado. 

—Pero ¿no estás dispuesta a ayudar? 

La reina resultó el collar que le había quitado a Diana. 

—Es complicado —dijo—. Como te dije, nuestra relación con los semidioses no es la mejor, sobre todo con los hombres. Luchamos por el rey Príamo en la guerra de Troya, pero Aquiles mató a nuestra reina, Pentesilea. Años antes, Hércules robó el cinturón de la reina Hipólita: el mismo cinturón que yo llevo. Tardamos siglos en recuperarlo. Mucho antes, al principio de la nación de las amazonas, un héroe llamado Belerofonte mató a nuestra primera reina, Otrera... 

—¿Se refiere a la señora...?

—... que acaba de marcharse, sí. Otrera, nuestra primera reina, hija de Ares. 

—¿Marte?

Hylla cambiará una expresión avinagrada.

—No, Ares, sin duda. Otrera vivió mucho antes de la creación de Roma, en una época en la que todos los semidioses eran griegos. básicos, algunos de nuestros guerreros todavía prefieren las antiguas costumbres. Los hijos de Ares... son siempre los peores. 

—Las antiguas costumbres...

Ya había escuchado los rumores acerca de los semidioses griegos. Octavio creía que existían y que conspiraban en secreto contra roma, pero nuca le había creído, ni siquiera cuando Diana había aparecido en el campamento. No me pareció una griega malvada y manipuladora. 

—¿Quiere decir que las amazonas son una mezcla... griega y romana? 

Hylla siguió examinando el collar: las cuentas de barro, la placa de probatio... extrajo el anillo de plata del cordón y se lo puso en el dedo. 

La Hija De NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora