¿Amigos o enemigos?

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Diana

—¿Por qué debemos fiarnos de los griegos? —estaba diciendo Octavio.

Había estado paseándose por el suelo del senado cinco minutos, hablando sin parar, tratando de responder a lo que les había contado acerca del plan de Juno y la profecía de los siete. 

Los miembros del senado se removían inquietos, pero a la mayoría de ellos les daba miedo interrumpir a Octavio cuando estaba en pleno discurso. 

El cenado estaba abarrotado. La reina Hylla, Frank Hazel y yo estábamos sentados en la primera fila con los senadores. Los veteranos y fantasmas ocupaban las filas de atrás. Incluso habían permitido a Tyson y a Ella sentarse al fondo. Cada que podía estiraba la mano y trataba de saludarme. 

Reyna ocupaba una de las sillas de pretor en el estrado, con una cara de pocker que me hacía imposible siquiera saber si estaba de acuerdo o no con algo. Eso me ponía nerviosa, y más por la charla que tuvimos antes de la reunión en la que conté todo lo que me dijo Marte en mi sueño.

—El campamento está a salvo —continuó Octavio sacándome de mis pensamientos—. ¡Y felicito a nuestros héroes por habernos devuelto el águila de la legión y tanto oro imperial! Verdaderamente nos ha sonreído la buena fortuna. Pero ¿para qué hacer más? ¿Para qué tentar al destino? 

—Es igual a tener una gotera en el techo y lo solucionas poniendo un balde —le interrumpí ganándome malas miradas por parte de todos a mi alrededor—. Evitas que el piso se moje pero no reparas la gotera, y tarde o temprano el balde no podrá contener más agua.   

—¿Qué quieres decir? —preguntó Octavio, tan molesto que le temblaba el parpado. 

—Liberamos a Tanatos, evitamos que los Monstruos se regeneren al instante, pero eso no resuelve nuestros problemas —dije—. A menos que cerremos las puertas de la Muerte los Monstruos y los gigantes seguirán volviendo, y el ejército de Gaia no hará más que crecer. Marte y Tánatos nos dijeron que el primer paso es ir a Roma. 

Una oleada de inquietud recorrió el senado. 

—Sé que desde siempre han considerado a los griegos como sus enemigos —continué—.  Y seguramente tienen motivos para ello. Los dioses mantuvieron los dos campamentos separados porque siempre que coinciden peleamos. Pero esto debe cambiar, si es que queremos vencer a Gaia. Eso es lo que quiere decir la profecía de los siete. Siete semidioses, griegos y romanos, tendrán que cerrar las Puertas de la Muerte juntos. 

—¡Ja! —gritó un lar de la fila de atrás—. ¡El último pretor que intentó interpretar la Profecía de los Siete fue Michael Varus y perdió nuestra águila en Alaska! ¿Por qué te creeríamos ahora?  ¡Ni siquiera eres una pretora! 

Octavio sonrió con suficiencia. Algunos de sus aliados en el senado empezaron a asentir con la cabeza y a gruñir. Incluso algunos veteranos no parecían estar seguros. 

Apreté con fuerza el borde de mi polera. Después de mi charla con Reyna varios legionarios quedaron inquietos por la interrupción de mi nombramiento, además de que querían respuestas hacera de la marca en mi brazo y si al final de la reunión la ceremonia se llevaría a cabo.

La verdad es que me alegro que no me hayan logrando dar el título y espero que no lo hagan después de que me escuchen.

—No lo soy, pero les recuerdo que hace unos instantes la mayoría de los presentes aquí querían que lo fuera. Además, fue Marte quien me dijo que la Profecía de los Siete se va a cumplir. Juno también se les apareció en persona. ¿Creen que dos de los dioses más importantes aparecerían en el campamento si la situación no fuera tan grave? 

La Hija De NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora