No Quiero Más Sueños

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Diana

Me sentía la semidiosa más patética de la historia.

Nos habíamos marchado corriendo de la A.V.S.A.I., por lo que Iris me entrego corriendo un bolso lleno de pasteles enriquecidos con vitaminas, barritas de fruta deshidratada, cecina macrobiótica y unos cuantos cristales para la buena suerte. Al dármelo me dijo: "Toma, lo van a necesitar. Oh la bincha te queda bien".

El bolso tenía un estampado multicolor, un símbolo de la paz cosido con cuentas de madera y el eslogan "Abraza al mundo entero". Ojalá pusiera "abraza el váter". Sentía como si el bolso fuera una apostilla de mi enorme e increíble inutilidad. Mientras navegábamos al norte, coloqué la cartera lo más lejos de mí, lo malo es que el bote era pequeño.

No me perdonaba como me vine abajo cuando mis amigos más me necesitaron. Primero, había sido tan tonta que los dejé solos para volver al bote, y Hazel había sido secuestrada. Luego vi al ejército marchando hacia el sur y sufrí una especie de crisis nerviosa. ¿Me daba vergüenza? Sí. Pero no pude evitarlo. Cuando vi a esos centauros y cíclopes malvados, me pareció tan raro y anormal, que sentí que mi cabeza iba a explotar. Y luego, el gigante Polibotes... me provoco la sensación opuesta que experimentaba cuando estaba en el agua. Mi energía me había abandonado y me dejó débil y febril, fue mucho peor que cuando llegué al campamento, sentía que las entrañas se me estuvieran contrayendo y terminaría vomitando mis propios intestinos.

El té medicinal de Iris ayudo a que me sintiera mejor, pero no a que mi cabeza deje de doler. Había escuchado historias de personas que habían perdido alguna extremidad y sufrían dolores imaginarios en la zona donde habían tenido la pierna o el brazo amputado. Así sentía mi mente, como si me dolieran los recuerdos desaparecidos.

Lo peor era que mientras más avanzábamos hacia el norte, menos recordaba. Estando en el campamento había empezado a sentirme mejor, incluso llegué a recordar algunos rostros, y nombres al azar. Pero mientras más nos alejábamos el recuerdo de Percy se hacía cada vez más borroso. En la A.V.S.A.I., intenté enviarle un mensaje a Percy, y cuando no funcionó a Ethan (el chico con un parche, y del que no recordaba su nombre), Fleecy había sacudido la cabeza con gesto triste.

"Es como si estuvieras llamando por teléfono a alguien —dijo—, pero hubieras olvidado el número. O también, es como si alguien estuviera interfiriendo en la señal. Lo siento, cielo. No puedo conectarte."

Me aterraba olvidar por completo a Ethan, incluso más que mi hermano. Tal vez un buen día despierte y ya no recuerde ni sus nombres.

Pero, para mi desgracia, debía concentrarme en la misión. La imagen del ejército enemigo me enseñó a lo que nos enfrentamos. Era el 21 de Junio. Cuatro días. Mientras tanto, al enemigo solo le quedaban varios cientos de kilómetros de marcha.

Los Hipocampos nos arrastraban por las fuertes corrientes frente a la costa del norte de California. Soplaba un viento frío, pero resultaba agradable y me ayudaba a despejar la confusión de mi mente. Los caballitos parecían percibir mi mal estado, porque forzaban el bote lo máximo que podían, lo que ocasionaba que el casco traqueteara a medida que el Pax se abría paso hacia el norte.

Mientras tanto, Hazel y Frank intercambiaban anécdotas sobre lo ocurrido en el establecimiento de Alimentación Sana Arcoíris. Frank habló del vidente ciego Fineas que vivía en Portland y explicó que Iris le había dicho que podría decirnos dónde tenían encerrado a Tánatos. Frank no nos reveló cómo había conseguido matar a los basiliscos, a mí realmente no me importaba, pero tenía el presentimiento que estaba relacionado con la lanza que le dio Marte. Y me lo confirmaba el hecho de que él parecía tenerle más miedo a la lanza que a las lagartijas que lanzaban veneno.

La Hija De NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora