•Capítulo 46•

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PRESENTIMIENTO•

LISSA

Estoy en un cuarto blanco, todas las paredes y el techo son del mismo color, la lámpara sobre mi cabeza  ilumina el lugar donde me encuentro, hace que parezca el cuarto del hospital psiquiátrico donde estuve hace cuatro años, no me gusta el lugar, por lo que hago todo lo posible por encontrar una salida.

En el fondo del cuarto hay una puerta de hierro, avanzo con pequeños pasos sin saber que más hacer, tengo frío, mis pies están descalzos haciendo que tiemble como una hoja seca, me abrazo a mi misma continuando el camino hacia la puerta.

Necesito salir de aquí pero algo me dice que este es el lugar más seguro donde podría estar, no se que podría encontrar al salir pero la curiosidad puede más, así que avanzo con pasos más decididos.

Voy dejando el cuarto blanco atrás, llegando al pasillo donde está la puerta, veo algunos retratos en las paredes, pero la luz es tan blanca no me permite ver con claridad.

Alguien ríe detrás de mi haciendo que me paralice del miedo.

—¿Quien anda ahí? —pregunté pero después tape mi boca, mi voz se escucha rasposa y opaca.

Esto ya parece película de terror. <Susurra mi subconsciente>

Vuelvo a tomar una respiración profunda antes de seguir mi camino, debo llegar a la salida, necesito salir de aquí.

Observó la pequeña luz del lugar que a medida que avanzo va apagándose poco a poco, como si ya esperase que hiciera eso.

Cuando llegó hacia la puerta vuelvo a quedar paralizada esperando que algo ocurra, pero nada pasa así que avanzo. Tomo el mango de la puerta jalandola poco a poco hacia mi, no se que esperar pero el miedo de antes se ha esfumado dándole paso a algo más. Angustia.

Cuando por fin abro la puerta observó el lugar, es un cuarto como en el que estaba, pero con la diferencia de que es azul, un azul claro, tan claro como el el agua.

—¿Donde estoy? —pregunto internamente porqué ya no encuentro mi voz, hace rato dejé de temblar pero ahora estoy aguantando la respiración.

No entiendo nada, pero sin dejarme atemorizar entro al cuarto quedándome quieta por lo que encuentro en la pared.

Despierto jadeando con la ropa empapada de sudor y las manos temblando, con una sensación desconocida y  a la vez conocida, como si este sueño fuese real, como si fuese un presentimiento y no un sueño.

Salgo de la cama para ir a la ducha, me baño con agua fría tratando de quitarme la sensación de angustia. Después de vestirme voy hacia la sala pero al parecer las chicas no durmieron aquí.

Sigo mi camino hacia el pequeño cuarto que utilizo para pintar. Tomo el lienzo en blanco junto al kit de pinturas con las bochas y dejo que mi imaginación predomine, uso la brocha como si fuera una sola con ella, dejándome llevar por lo que quiero crear.

Ignoró cuantas horas hayan pasado, también a mi estómago que ruge por la falta de alimento, pero no dejo de mover mi mano a pesar que las sensaciones sean intensificado, me permito perderme en la pintura, en los colores, en las pequeñas líneas, en los patrones.

Jadeo por falta de aire como si estuviera aguantando la respiración por mucho tiempo, pero la sensación de malestar me gana cuando observó lo que he creado.

—No puede ser. —susurro con temor.

La bilis en mi garganta me obliga a ponerme de pie para dirigirme hacia el váter, vomito con grandes arcadas, las lágrimas corren por mi rostro sin poder detenerla, no puedo dejar de pensar en lo que acabo de crear, en ese retrato tan imperceptible que acabo de hacer, como si fuera real, como si fuera parte de mi.

Corazón de Cristal #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora