94. El miedo de Xiao Zhan

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Estaba acostumbrado al bullicio de un set de filmación, pero justo en ese momento lo odiaba. Quería empujar a cada persona que se atravesaba en su camino para llegar más rápido a él, Yibo lo necesitaba, y todas esas personas a su alrededor solo eran un estorbo.

—Tranquilo, Zhan Zhan. Wen Pei dijo que ya estaba bien —trataba de seguirle el ritmo, pero era bastante rápido, y al parecer no le importaba taclear a una que otra persona que se atravesaba.

El aludido no le respondió a su guardaespaldas. Sus ojos fieros tenían un solo objetivo: encontrar el camerino de su esposo.

Y cuando al fin lo encontró, se llevó la sorpresa de que no estaba ahí.

Comenzó a preguntar como loco por Wang Yibo mientras Mao ya se encontraba llamando a Wen Pei por teléfono una vez más.

—Ven —el mayor colgó la llamada, jaló del brazo a Xiao Zhan y le señaló con la cabeza un camino a la derecha. En menos de dos minutos ya estaban en el lugar correcto.

A Xiao Zhan se le aceleró el corazón por el miedo, buscó desesperadamente a su esposo con la mirada, y cuando lo halló, corrió hacia él como desquiciado.

Estaba sentado en una incómoda silla del set.

—Yibo —dijo en un suspiro de alivio al llegar a él y rodearlo con sus brazos, con sumo cuidado. El abrazo duró solo segundos, pues comenzó a inspeccionarlo minuciosamente, tomando su rostro entre ambas manos.

—Estoy bien.

Se tranquilizó al verlo despierto y totalmente cuerdo. Se veía pálido, y estaba sudando todavía por el ejercicio, pero solo eso. La gente que estaba alrededor se alejó para darles su espacio, incluyendo a Mao.

El mayor seguía analizándolo, buscando alguna herida por el desmayo.

—A-Zhan, estoy bien —trató de tranquilizarlo, pero fue imposible—. Wen Pei insistió en llamarte, yo no quería porque sabía que te asustarías.

—¿Entonces me lo ibas a ocultar? —seguía algo agitado por la carrera que emprendió para llegar ahí, y por el susto también.

—No, pero planeaba decírtelo con tranquilidad, en casa —suspiró y acarició la mano que aún le sostenía una mejilla—. En serio, Zhan Zhan, estoy bien.

—Estás muy pálido, y agitado. ¿Por qué te desmayaste?

—Yo... —tomó la mano de su esposo—...Zhan Ge...

—¿Si? —estaba impaciente por una respuesta.

—Me desmayé porque... estoy embarazado.

Xiao Zhan retrocedió unos centímetros, espantado de verdad e incluso pálido. Hasta que Wang Yibo soltó una carcajada.

—Como si esas cosas pasaran. Zhan Zhan, es imposible que esté embarazado, pero veo que te asustaste.

Las mejillas del mayor enrojecieron en parte por la vergüenza y en parte por el enojo. Estuvo a punto de golpearlo, pero se detuvo al recordar su estado convaleciente.

—No te hagas el gracioso. Para que Wen Pei me llamara es porque les diste un gran susto.

Yibo pasó saliva con dificultad antes de darle un trago más a la botella de agua que tenía en una mano.

—Hay algo que no me has dicho. Yibo, ¿qué está sucediendo?

—No ocurre nada.

—Has estado tomando tus medicinas de manera correcta, yo te he visto, ¿por qué te sentiste tan mal de pronto?

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